En su ensayo sobre la prehistoria de la metafísica Gadamer expone los fundamentos de su sistema filosófico al que se le adjudica el nombre de hermenéutica, siendo esta el representar la tradición desde la obra de su maestro Heidegger. Según Gadamer, Heidegger funda la hermenéutica con su análisis del ser y su trayectoria histórica, viendo como la metafísica a lo largo de su historia se ha preguntado por el ser, y como este ha sido olvidado por el ser del ente.
Gadamer, siguiendo el trabajo de
Heidegger, reconstruye la historia del ser y su olvido por el ente desde el Ser
y tiempo de Heidegger y el historicismo de Hegel, teniendo en cuenta
conceptos como el lenguaje y el devenir histórico para reconstruir la historia
del ser. Para Gadamer, la concepción del ser como ente, y por tanto, la base de
toda metafísica occidental, se encuentra en la escuela de Elea, con su máximo
representante, Parménides.
Al igual que Aristóteles, Gadamer
considera a Parménides como el padre de la metafísica occidental, ya que es el
primero que habla sobre el ser en general, tratándolo como determinado y
limitado, es decir, como algo que es, como ente. Esto vendría predispuesto por
la lengua griega, pues esta distingue entre sujeto y objeto, siendo el objeto
aquello que es (se presenta) al sujeto. Esta predisposición lingüística sería
la base de la metafísica occidental, desembocado posteriormente en la ciencia
moderna como el conocimiento empírico-racional de las cosas determinadas, es
decir, de aquello que es ente.
La escuela de Elea se contrapone
a la de los jónicos, ya que argumenta que el Ser es aquello que es y no está
presente en el cambio característico de la naturaleza (physis). A su vez, se
opone a la filosofía de Heráclito, ya que Parménides, y después Zenón de Elea,
afirman que el Ser es eterno e incorruptible, por tanto, no está presente en el
cambio y el devenir. A tal punto llega esta escuela, que Zenón desarrollará
toda una nueva disciplina, la dialéctica, con el fin de demostrar la
imposibilidad del movimiento y la pluralidad, siendo el ser único y esférico.
Según la hermenéutica de Gadamer,
Platón recoge esta idea eleata del ser y la desarrolla en el seno de su teoría
de las Ideas. Para Platón, el ser se corresponde con la idea de ser, con el
Eidos que se presenta al Nous o intelecto en cuanto ser determinado. Este Eidos
o idea del ser se identifica con el Bien, siendo este la idea suprema de la que
todo participa, es decir, fuente de realidad, cosa que adaptarán los
neoplatónicos como Plotino o Porfirio en la idea de Uno.
Todo aquello que posee entidad
participa del Eidos del ser, es decir, de la idea incorruptible, eterna y
perfecta del Ser que se presenta al Nous o intelecto. Para Platón, al igual que
Parménides, el ser el algo determinado y perfecto, lo que Heidegger llamaría
ontoteología, es decir, el ser del ente viene dado por otro ente, el ente
perfecto.
No obstante, Gadamer encuentra en
el concepto de dialéctica la principal diferencia entre Parménides y Platón.
Para Platón la dialéctica de Zenón es engañosa y errónea, pues pretende
demostrar la imposibilidad de la pluralidad, algo que entra en profunda
contradicción con la teoría de la participación de las cosas con las ideas y
estas entre sí.
En el diálogo del Parménides,
Platón declara que la dialéctica de Zenón solo es pura sofística que intenta
penosamente defender la doctrina del gran maestro. En cambio, la dialéctica
platónica es la exposición de cómo las ideas se enlazan entre sí, llegando a la
conclusión de que el ser, o más bien la Idea-Ser, para que sea, debe ser uno y
múltiple, pues todo aquello que tiene entidad participa de la idea de ser,
fundando de forma ontoteológica del Ser.
Siguiendo el análisis
hermenéutico de Gadamer, el siguiente estadio premetafísico, el cual supone el
salto a la metafísica plena, es la filosofía de Aristóteles. Este parte con la
crítica a la teoría de las Ideas de Platón, siendo las ideas no realidades
plenas de las que las cosas determinadas participan de ellas, sino que son
meras categorías de nuestro entendimiento que surge de la capacidad abstractiva
del Nous o el intelecto.
Es así que el ente no se
corresponde con el Eidos platónico, sino con el ente concreto, con aquello que
hace que una cosa sea tal cosa y no por otra cosa sino por sí misma. Para
Aristóteles, el ser del ente viene determinada por la sustancia. La sustancia
es aquello que es por sí mismo y no depende su entidad de otro. El ser del ente
viene determinado por esta sustancia (ousía), siendo la sustancia máxima lo que
Aristóteles llama Teos. El Teos es no es el Dios judeocristiano, sino que solo
es el ente o sustancia más perfecta que causa el movimiento al resto del
universo, pero no lo crea en absoluto. Este Teos o ente perfecto es el Primer
Motor Inmóvil, pero no el Creador.
Es así que Aristóteles funda la
metafísica occidental como ciencia apodíctica del ente en general, siendo esta
lo que llama filosofía primera, arrastrando esta concepción ontoteologica
por toda la historia de la filosofía, es decir, considerar al ser como ser del
ente. Desde este punto, la metafísica se ha centrado en el ente, en el ser del ente,
objetivando y cosificando el ser como algo determinado, cuna de la concepción
científica del ente, siendo este algo determinado y calculable ya que es un
objeto limitado en la experiencia.
Siguiendo a Gadamer, durante toda
la historia de la metafísica, el ser en cuanto a ser ha sido olvidado, pues el
hombre se ha volcado en el ser del ente y no el ser en sí. Es Heidegger el que
pone de nuevo la cuestión del ser, ante este olvido del ser por parte de la tradición
de la tradición que empieza Parménides. Según Heidegger, el ser no es el ser
del ente, sino el espacio donde se posibilidad que todo ente sea, el ser no es
ente, sino acontecer que tiene su horizonte, donde se hace comprensible al
hombre, el tiempo.
Según Gadamer, la novedad de Heidegger
reside el hecho de considerar al ser no de forma ontológica, sino
fenomenológica, siendo el ser el acontecer que trascurre en el tiempo, ya que
la esencia del ser es su caducidad (Vattimo). Gadamer afirma que el primero en
apuntar a esta dirección fue Hegel al afirmar en su Ciencia Lógica que
el ser y la nada son lo mismo. Sin embargo, Hegel aún trata al ser desde la
ontología clásica, pues el ser y la nada son lo mismo como primer estado
dialéctico del despliegue del saber absoluto, siendo el ser afirmado como ente
en cuanto espíritu.
Es Heidegger quien sale de esta
concepción ontológica del ser para tratarlo como acontecer en el tiempo, como
hecho, tal y como expresa Wittgenstein desde la tradición analítica. Es por
ello que Gadamer afirma que Heidegger inicia la hermenéutica, pero que no la
finaliza, y es menester de la hermenéutica que se inicia después de Heidegger
repiense la tradición histórica desde el espacio abierto por Heidegger, es
decir, el ser como acontecimiento inscrito en el tiempo.