miércoles, 4 de noviembre de 2020

Gadamer y la prehistoria de la metafísica

En su ensayo sobre la prehistoria de la metafísica Gadamer expone los fundamentos de su sistema filosófico al que se le adjudica el nombre de hermenéutica, siendo esta el representar la tradición desde la obra de su maestro Heidegger. Según Gadamer, Heidegger funda la hermenéutica con su análisis del ser y su trayectoria histórica, viendo como la metafísica a lo largo de su historia se ha preguntado por el ser, y como este ha sido olvidado por el ser del ente.

Gadamer, siguiendo el trabajo de Heidegger, reconstruye la historia del ser y su olvido por el ente desde el Ser y tiempo de Heidegger y el historicismo de Hegel, teniendo en cuenta conceptos como el lenguaje y el devenir histórico para reconstruir la historia del ser. Para Gadamer, la concepción del ser como ente, y por tanto, la base de toda metafísica occidental, se encuentra en la escuela de Elea, con su máximo representante, Parménides.

Al igual que Aristóteles, Gadamer considera a Parménides como el padre de la metafísica occidental, ya que es el primero que habla sobre el ser en general, tratándolo como determinado y limitado, es decir, como algo que es, como ente. Esto vendría predispuesto por la lengua griega, pues esta distingue entre sujeto y objeto, siendo el objeto aquello que es (se presenta) al sujeto. Esta predisposición lingüística sería la base de la metafísica occidental, desembocado posteriormente en la ciencia moderna como el conocimiento empírico-racional de las cosas determinadas, es decir, de aquello que es ente.

La escuela de Elea se contrapone a la de los jónicos, ya que argumenta que el Ser es aquello que es y no está presente en el cambio característico de la naturaleza (physis). A su vez, se opone a la filosofía de Heráclito, ya que Parménides, y después Zenón de Elea, afirman que el Ser es eterno e incorruptible, por tanto, no está presente en el cambio y el devenir. A tal punto llega esta escuela, que Zenón desarrollará toda una nueva disciplina, la dialéctica, con el fin de demostrar la imposibilidad del movimiento y la pluralidad, siendo el ser único y esférico.

Según la hermenéutica de Gadamer, Platón recoge esta idea eleata del ser y la desarrolla en el seno de su teoría de las Ideas. Para Platón, el ser se corresponde con la idea de ser, con el Eidos que se presenta al Nous o intelecto en cuanto ser determinado. Este Eidos o idea del ser se identifica con el Bien, siendo este la idea suprema de la que todo participa, es decir, fuente de realidad, cosa que adaptarán los neoplatónicos como Plotino o Porfirio en la idea de Uno.

Todo aquello que posee entidad participa del Eidos del ser, es decir, de la idea incorruptible, eterna y perfecta del Ser que se presenta al Nous o intelecto. Para Platón, al igual que Parménides, el ser el algo determinado y perfecto, lo que Heidegger llamaría ontoteología, es decir, el ser del ente viene dado por otro ente, el ente perfecto.

No obstante, Gadamer encuentra en el concepto de dialéctica la principal diferencia entre Parménides y Platón. Para Platón la dialéctica de Zenón es engañosa y errónea, pues pretende demostrar la imposibilidad de la pluralidad, algo que entra en profunda contradicción con la teoría de la participación de las cosas con las ideas y estas entre sí.

En el diálogo del Parménides, Platón declara que la dialéctica de Zenón solo es pura sofística que intenta penosamente defender la doctrina del gran maestro. En cambio, la dialéctica platónica es la exposición de cómo las ideas se enlazan entre sí, llegando a la conclusión de que el ser, o más bien la Idea-Ser, para que sea, debe ser uno y múltiple, pues todo aquello que tiene entidad participa de la idea de ser, fundando de forma ontoteológica del Ser.

Siguiendo el análisis hermenéutico de Gadamer, el siguiente estadio premetafísico, el cual supone el salto a la metafísica plena, es la filosofía de Aristóteles. Este parte con la crítica a la teoría de las Ideas de Platón, siendo las ideas no realidades plenas de las que las cosas determinadas participan de ellas, sino que son meras categorías de nuestro entendimiento que surge de la capacidad abstractiva del Nous o el intelecto.

Es así que el ente no se corresponde con el Eidos platónico, sino con el ente concreto, con aquello que hace que una cosa sea tal cosa y no por otra cosa sino por sí misma. Para Aristóteles, el ser del ente viene determinada por la sustancia. La sustancia es aquello que es por sí mismo y no depende su entidad de otro. El ser del ente viene determinado por esta sustancia (ousía), siendo la sustancia máxima lo que Aristóteles llama Teos. El Teos es no es el Dios judeocristiano, sino que solo es el ente o sustancia más perfecta que causa el movimiento al resto del universo, pero no lo crea en absoluto. Este Teos o ente perfecto es el Primer Motor Inmóvil, pero no el Creador.

Es así que Aristóteles funda la metafísica occidental como ciencia apodíctica del ente en general, siendo esta lo que llama filosofía primera, arrastrando esta concepción ontoteologica por toda la historia de la filosofía, es decir, considerar al ser como ser del ente. Desde este punto, la metafísica se ha centrado en el ente, en el ser del ente, objetivando y cosificando el ser como algo determinado, cuna de la concepción científica del ente, siendo este algo determinado y calculable ya que es un objeto limitado en la experiencia.

Siguiendo a Gadamer, durante toda la historia de la metafísica, el ser en cuanto a ser ha sido olvidado, pues el hombre se ha volcado en el ser del ente y no el ser en sí. Es Heidegger el que pone de nuevo la cuestión del ser, ante este olvido del ser por parte de la tradición de la tradición que empieza Parménides. Según Heidegger, el ser no es el ser del ente, sino el espacio donde se posibilidad que todo ente sea, el ser no es ente, sino acontecer que tiene su horizonte, donde se hace comprensible al hombre, el tiempo.

Según Gadamer, la novedad de Heidegger reside el hecho de considerar al ser no de forma ontológica, sino fenomenológica, siendo el ser el acontecer que trascurre en el tiempo, ya que la esencia del ser es su caducidad (Vattimo). Gadamer afirma que el primero en apuntar a esta dirección fue Hegel al afirmar en su Ciencia Lógica que el ser y la nada son lo mismo. Sin embargo, Hegel aún trata al ser desde la ontología clásica, pues el ser y la nada son lo mismo como primer estado dialéctico del despliegue del saber absoluto, siendo el ser afirmado como ente en cuanto espíritu.

Es Heidegger quien sale de esta concepción ontológica del ser para tratarlo como acontecer en el tiempo, como hecho, tal y como expresa Wittgenstein desde la tradición analítica. Es por ello que Gadamer afirma que Heidegger inicia la hermenéutica, pero que no la finaliza, y es menester de la hermenéutica que se inicia después de Heidegger repiense la tradición histórica desde el espacio abierto por Heidegger, es decir, el ser como acontecimiento inscrito en el tiempo.

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