jueves, 24 de marzo de 2022

Referencia y sentido: Frege y la filosofía analítica

A finales del siglo XIX la filosofía teoría había llegado a un callejón sin salida. El idealismo alemán empuñaba las especulaciones abstractas de Hegel (1770-1831) como ídolos de ceniza frente al positivismo francés. Este último, obnubilado por los avances científicos y el empirismo, se alzó contra la teología y la metafísica, pero sin poder generar un sistema alternativo que pudiera convencer a todos los pensadores, provocando que muchos se erigieran en contra de este. A su vez, una serie de científicos e intelectuales alemanes, artos del idealismo hegeliano asfixiante que se respiraba en las universidades teutonas, encontraron en Kant (1724-1804), y en especial en su Crítica a la razón pura (1781), un espíritu y actitud más moderada y rígida con las teorías científicas y con las especulaciones metafísicas.

El neokantismo se desarrolló no solo entre los profesores universitarios de filosofía como Herman Cohen (1842-1918) o Ernst Cassirer (1874-1945) entre otros, sino que fue muy popular entre científicos de la época como Hermann von Helmholtz (1821-1894) o Gustav Theodor Fechner (1801-1887) entre otros. Esta escuela de filosofía, según Ortega y Gasset (1883-1955), quedó relegada una función “fronteriza”, es decir, que se limitaba garantizar el rigor científico y apartar a la filosofía de los yermos campos de la metafísica especulativa por medio del idealismo trascendental fundado por Kant. A parte del positivismo, el idealismo alemán y el neokantismo, la filosofía de esta época también era asediada por el materialismo dialéctico, el retoño teórico que parió con gran dolor el marxismo. Su gran sistematizador fue Friedrich Engels (1820-1895), el cual desarrolló los fundamentos y dogmas de esta teoría, apartando al marxismo filosófico de los nuevos avances científicos que trajo los primeros años del S.XX, como la mecánica relativista, la física cuántica o las nuevas investigaciones en antropología, economía o psicología.

La filosofía continental se había enquistado en estas escuelas, produciendo enormes cantidades de escritos y libros, pero no pudiendo conquistar ninguna la supremacía paradigmática. Es así que un conjunto de científicos y filósofos empezaron a alzarse contra esta filosofía tradicional, argumentado que muchos de los grandes problemas que había aquejado a la filosofía desde su nacimiento en las costas de la Antigua Grecia, eran realmente pseudoproblemas, cuestiones sin sentido que había surgido a un mal uso del lenguaje y a una mala implementación de los conceptos y de las categorías que caracterizan al lenguaje.

Este giro lingüístico y formal por parte de una serie de pensadores se conoce como filosofía analítica, la cual pretender fundamentar las hipótesis y teorías filosóficas por medio de proposiciones con sentido y esclareciendo todos los conceptos y categorías de las que se haga uso. El fundador de esta concepción de la filosofía es Gottlob Frege (1848-1925), lógica, matemático y profesor de filosofía alemán en la universidad de Jena durante los finales del S. X.I.X y principios de S. X.X. La actividad principal de Frege fue en el campo de las matemáticas, la lógica y la semántica.

Frege fue un claro defensor de la postura logicista frente a las matemáticas. Esto quiere decir que defendía que las verdades matemáticas podían reducirse a las verdades lógicas, siendo estas los principios elementales del pensamiento de lo verdadero. No obstante, la concepción logicista de Frege es bastante limitada, pues solo contempla la reducción de la aritmética y la teoría de conjuntos a la propia lógica, mientras que respecto a la geometría tuvo una postra mucho más kantiana hasta la etapa final de su vida. En su gran obra Fundamentos de la Aritmética (1884), Frege establece todos los principios y métodos para exponer los axiomas y conceptos matemáticos al lenguaje formal que había establecido en su Ideografía (1874).

Tras la demoledora crítica que recibirá por parte de Bertrand Russel (1872-1970), Frege abandona sus esperanzas de basar la aritmética a la lógica formal, especulando el posible papel de la geometría en su sistema lógico. En cuanto a este último punto, Frege entendía los axiomas de la geometría desde un punto de vista clásico.

Una teoría axiomática es un conjunto de verdades acerca de un ámbito determinado de la realidad (en este caso la geometría), organizado de tal manera que casi todos los conceptos que intervienen en la teoría son definidos a partir de unos pocos conceptos elementales, los cuales no son definidos, siendo todas las verdades que componen la teoría son demostradas a partir de unas pocas verdades o axiomáticas que no son demostradas por su presunta evidencia (Mosterín, 1980). Frege expandió y mejoró este enfoque por medio de la aclaración y exposición de los métodos de inferencia de estos axiomas. No obstante, con el auge de las geometrías no euclidianas por parte de varios autores como Gauss, Bolyai o Lobatchevski, esta concepción clásica de las teorías axiomáticas clásica quedo relegada al  puro ostracismo, como el propio Frege (Mosterín, 1980).

 En el campo de la lógica y la semántica, la obra de Frege fue mucho más fructífera que en las matemáticas, pues tuvo una influencia fundamental en filósofos y lógicos tan grandes como Russell, Wittgenstein, Carnap o Quine entre otros. Frege tiene dos artículos que para muchos son las dos grandes aportaciones que ha realizado dicho autor al campo de la lógica y la filosofía del lenguaje, a saber, Función y concepto (1891) y Sobre el sentido y la referencia (1892).

El primer artículo trata sobre la distinción que realiza Frege entre objeto y función. Para este, todo lo que hay y todo de lo que se puede hablar es o un objeto o una función. Las cosas concretas, como los animales, los planetas, las personas o los valores veritativos (lo verdadero y lo falso) son objetos, son entidades a las que nuestro lenguaje hacer referencia. Mientras que la función es el elemento “no saturado” de nuestras proposiciones, la cual por sí solo no dice nada, sino que necesita de un elemento “saturado” (objeto) para poder tener sentido. La función puede ser de dos tipos, conceptos y relaciones. Un concepto es una función de un argumento cuyos valores son valores veritativo, mientras que una relación es una función de dos argumentos cuyos valores son valores veritativos (Mosterín 1980). 

Los números son tratados por Frege como extensiones conceptuales. Esto quiere decir que los números son clases de clases. Los números son conjuntos de conjuntos de objetos que comparten una o varias propiedades en común. Desde la perspectiva de Frege, los números son conjuntos que tienen realidad ontológica en sí mismos, una clara postura platónica. En relación con esta distinción, Frege diferencia entre nombres (o expresiones nominales) y expresiones fuctoriales. Los primeros son elementos saturados y hacen referencia a objetos, mientras que las segundas son expresiones lingüísticas que designan a una función determinada (Mosterín, 1980).

El segundo artículo, Sobre el sentido y la referencia, supone el aporte más importante que realiza Frege a la semántica y la filosofía del lenguaje. Según Frege, el lenguaje se asienta sobre dos elementos fundamentales, el sentido y la referencia. Esta última se entiende como el objeto o argumento extramental que designa una palabra o una proposición determinada, mientras que el sentido es la forma en la que se hace referencia a un objeto o argumento. La referencia es la base extramental u ontológica que subyace a casi todas las estructuras lingüísticas, mientras que el sentido es el pensamiento (no confundir con representación mental, la cual es subjetiva) al que se asocia a dicha referencia. Esto explica que expresiones como “la piedra de Abraham” y la “Mezquita de la Piedra”, tenga la misma referencia, una formación rocosa con una serie de cualidades físicas y químicas, pero que tengan sentidos diferentes.

Frege admitía que había expresiones que no tienen referencia, pero que la alusión a la referencia es indispensable para un adecuado análisis y uso del lenguaje, algo por lo que es bastante criticado. Este último punto es lo que le separa tajantemente de la fenomenología de Husserl, pues a pesar de que este último acepto el logicismo objetivo de Frege, no se preocupó por las consecuencias ontológicas de su sistema. La filosofía de Frege, más allá del análisis lingüístico, es una fundamentación ontológica del lenguaje, pues para este autor, el lenguaje debe de hacer referencia a entidades objetivas, sean reales (los planetas, los animales…) o no-reales (los números, las entidades geométricas…). La ontología de Frege supone la culminación del realismo metafísico clásico, en que cada expresión dada por el lenguaje se le asocia una entidad objetiva concreta. Este presupuesto será aceptado por Wittgenstein, pero este último entenderá que esta posición no puede ser demostrable mediante el lenguaje, ya que no hay ninguna experiencia que indique la correspondencia entre el mundo objetivo y el lenguaje…

miércoles, 23 de marzo de 2022

La fenomenología trascendental de Husserl

 La fenomenología, tal y como expresa Manuel Cruz en su libro Filosofía Contemporánea (2010), es una de las grandes corrientes actuales que capitanea la filosofía contemporánea. Filósofos y pensadores tan dispares como Heidegger, Ortega y Gasset, Sastre, Gadamer, Foucault, o Derrida suelen ser alojados en esta gran corriente, siendo la fenomenología, en particular su derivado la hermenéutica filosófica, muy popular entre los grandes académicos de la filosofía continental actualmente. Sin embargo, la fenomenología encuentra su origen en la obra del filósofo y matemático alemán Edmund Husserl (1859-1938), la cual denominó fenomenología trascendental. La obra intelectual de Husserl, la cual es harto difícil y obtusa de entender, tiene como objetivo fundamentar una nueva concepción filosófica del conocimiento, lo que el propio Husserl llamaba una ciencia de las esencias. 

Como matemático, Husserl pretendía criticar y refutar la concepción psicologicista de las matemáticas y la lógica, representadas por las teorías de Locke, Hume y Mill. Para estos últimos, las matemáticas y la lógica no son más que abstracciones e ideas que forma la menta de las experiencias sensibles con el objeto de facilitar y refinar el conocimiento. Husserl, al igual que Frege, no acepta esta concepción mentalista de las entidades formales, ya que esta lleva al relativismo y al escepticismo epistemológica, el cual a su vez corroe a la moral y a la ética. Husserl reconoce “una cierta validez general” a las ciencias de su tiempo: la física, la química, la biología y otras más. Pero la reducción positivista de la idea de ciencia a mera ciencia de hechos le parece un grave error, ya que los hechos solo determinan el aspecto empírico de la realidad, además de que la concepción de estos esta sujeta a lo que Husserl denominaba juicios de valor, los cuales contaminan al propio conocimiento. 

Influenciado por las reflexiones de su maestro Fran Brentano (1838-1917), Husserl, en su obra fundamental Investigaciones lógicas (1900-1901), intenta construir una ciencia de las esencias, la cual trata de desnudar las entidades y vivencias dadas a la conciencia hasta alcanzar su misma esencia.  La fenomenología es entendida por Husserl como la ciencia que estudia las estructuras esenciales de las vivencias y los objetos intencionales, así como relaciones esenciales entre tipos de vivencias y de objetos intencionales. Este autor entiende que la intencionalidad es la propiedad que presenta las vivencias al estar referidas a algo. Por otro lado, el propósito de la fenomenología consiste en la dilucidación epistemológica de la lógica pura, la cual contiene ta la matemática, a partir del cumplimiento de las vivencias intencionales de las objetividades lógicas. Esto último aproxima Husserl a las investigaciones de Gottlob Frege (1848-1925). Ambos autores defienden el logicismo, el cual es la hipótesis de que la matemática es reducible a la lógica, algo que ya las reflexiones y trabajos de Kurt Gödel (1906-1978) vería como imposible. 

Sin embargo, esta fenomenología trascendental que Husserl propone necesita de un método bien construido y concebido, el cual es presentado por Husserl en la obra ya antes citada. El primer paso de lo que es la variación eidética. Esta consiste en comparar varios objetos intencionales para destacar una esencia común, estudiarla en tanto que mera posibilidad. El segundo paso del proceso metódico es la apelación una mereología, o teoría de los todos y las partes, a partir de la cual se ha de distinguir entre partes independientes y partes no independientes de las esencias de los objetos intencionales. Con esto es posible describir las relaciones entre estas partes en términos de fundamentación trascendental. Por último, el método dispone de otro paso, el cumplimiento de las vivencias intencionales. Este método puede parecer confuso, pero debe de profundizarse un poco más en él para poder esclarecer en que consiste dicho método. Husserl, de forma poco clara y convincente, habla sobre dos grandes procesos epistemológicos, la epojé y la reducción. 

El concepto de epojé se redefine de una manera más radical, como un cambio fundamental de actitud no solo respecto al conocimiento y a las teorías ya existentes, (lo que se aparenta a la suspensión del juicio) sino también frente a la realidad misma, cambio de actitud que Husserl describe con las imágenes de "poner entre paréntesis", de «desconexión» de la cotidianeidad. Esta sería un presupuesto del método para llegar a lo que Husserl denomina reducción fenomenológica. En pocas palabras, la epojé es aislar sólo que depende del sujeto y que se muestra como elemento de la propia percepción. 

Por otro lado, la reducción es dejar a un lado la realidad objetiva extramental de los objetos dados en la conciencia, y solo atender al fenómeno que es dado en la conciencia, entendiendo a esta última como el horizonte epistemológico en el que surgen el fenómeno. El resultado de la epojé y la reducción es, según Husserl, la obtención de las vivencias y los objetos intencionales en la pura conciencia, en lo que ya no se percibe algo que es rojo, sino que se muestra la esencia de lo rojo en la pura conciencia. El mundo como contexto, según Husserl, es siempre algo implícito. Para poder explicitar el sentido de esto, es necesario primero dejar de suponerlo como fundamento de la experiencia y recuperarlo como término objetivo al que ésta se refiere. Esto es lo que pretende la reducción trascendental propuesta por Husserl. 

 Aplicado a las matemáticas, Husserl llega a las conclusiones de que los números naturales solo se predica de conjuntos de objetos, siendo relativos, ya que se predican en función de la variación de los conjuntos de objetos. Por otra parte, los números no son captados simultáneamente, sino que siguen una serie temporal, algo que lleva a Husserl a decir que estos son irrepetibles, pues cada uno guarda su propia identidad. 

A pesar de la popularidad de la fenomenología, las teorías de Husserl no están falta de críticas. La ciencia de las esencias de la que habla Husserl, es decir, la captación de la realidad desnuda de la conciencia y de los objetos y vivencias intencionales que la habitan, es imposible, pues por más imparcial y “objetiva” que sea nuestra percepción o conciencia, esta está mediada por los conceptos y categorías que caracterizan al entendimiento. Pensadores como Max Weber (1864-1920) o Karl Popper (1902-1994) argumentaban que toda observación o especulación está determinada por un aparato conceptual previo, el cual determina la estructura y la forma de las observaciones y teorías que construyen científicos y filósofos. Además, Husserl pretende fundamentar una ciencia objetiva sobre conceptos y términos tan problemáticos como “objeto”, “intención”, “vivencias” o “conciencia”. Estos son demasiados problemáticos y vacíos como para fundar una ciencia objetiva como pretende Husserl. El concepto de fenómeno también presenta este problema, pues, tal y como expone Schopenhauer, los fenómenos son así mismos construcciones intelectuales, debido a que están sujetos a una serie de categorías previas a toda observación empírica. 

Por otra parte, Husserl no realiza una verdadera fundamentación ontológica de su sistema, de hecho, el propio Husserl reniega de la ontología, ya que entiende que su ciencia de las esencias solo atiende hacia los fenómenos intencionales (objetos y vivencias) y las relaciones que establecen estas en el horizonte de la conciencia trascendental, pero no atiende a la realidad ontología que sostienen a estos fenómenos y la conciencia en sí. Es por ello por lo que Husserl cae en un “idealismo lógico”, algo que el propio Frege criticará, pues este último entiende que todo sistema de sentido y referencia subyace una realidad ontológica a la que hace propiamente referencia. 

La fenomenología trascendental de Husserl pretende fundamentar, contra el psicologismo, de forma estricta la lógica pura (y con ello las matemáticas), pero lo hace sobre el vacío, pues no expone con claridad alguna la relación entre la realidad fenoménica y la ontológica, algo que varios de sus discípulos como Heidegger criticarán encarecidamente, intentando fundamentar una nueva ontología influido por la fenomenología que fundó el propio Husserl.  


jueves, 17 de marzo de 2022

La OTAN: escudo y espada de Occidente

 Las relaciones internacionales son uno de los temas más complejos de tratar desde las ciencias sociales, la historia y la filosofía. Estas suponen la interacción de grandes sistemas dinámicos que se interrelacionan entre mediante lazos económicos, históricos, científicos y culturales. Estas relaciones tienen como unidades básicas a los Estados, entidades soberanas que representa un cuerpo político y económico integrado. Dichos elementos establecen dinámicas constructivas y destructivas entre sí con el fin de garantizar su propia existencia. 

Sin embargo, la globalización y la deslocalización económica ha provocado que los Estados estén cada vez más conectados entre sí, difuminándose su propia soberanía. Es así que las relaciones internacionales deben de tratarse desde muchas perspectivas y ángulos diferentes para comprender su naturaleza y esencia. La OTAN es un buen ejemplo del carácter multisistémico y multipolar de las relaciones internacionales y de cómo estas están determinando los numerosos conflictos económicos y militares, desde la guerra que asola el territorio ucraniano, hasta la devastadora guerra comercial que vivimos en Europa entre dos grandes potencias, Estados Unidos y China. 

Hobbes y el mundo multipolar 

La escuela neorrealista de las relaciones internacionales entiende que los Estados son núcleos de poder que interactúan de forma anárquica, es decir, sin ninguna institución o entidad que regule sus interacciones, basándose estas en juegos de poder y fuerza uno sobre otros. Cosas como el derecho internacional o la Organización de las Naciones Unidas (ONU) son instituciones jurídicas sin poder fáctico sobre los Estados y las alianzas que conforman y disuelven estos. Esta doctrina, la cual es muy popular en los tiempos que corren, tiene sus orígenes en la filosofía política de la Antigua Grecia, pero adquiere madurez con la obra de Thomas Hobbes. Para el monárquico inglés, las relaciones que establecen los Estados entre sí son muy similares a las que llevan a cabo los hombres en el "el estado de naturaleza". En esta situación, los Estados no están limitados por ninguna ley o institución superior, sino que impera la ley del más fuerte. Es por ello que, desde la perspectiva de Hobbes y los realistas, los Estados forman alianzas entre si con el objetivo de salvar sus intereses y enfrentarse a enemigos concretos, siendo el poder fáctico el que triunfa sobre las leyes. 

Este enfoque presupone que los Estados se mueven por medio de correas de poder y contrapoder, es decir, si un Estado establece una relación determinada con otro Estado, sea destructiva (guerra) o constructiva (comercio), es con el objetivo de mantener su cuota de influencia y seguridad en el entramado internacional. Este es el caso de las monarquías europeas durante la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) que, lejos de ser una guerra de religión y liberación para muchos, fue una guerra que se centraba en dos bandos, el bando austro-español, que pretendía mantener la supremacía de la dinastía Habsburgo, y el bando francoalemán, que pretendía crear un nuevo orden europeo que desplazara a esta y pusiera a Francia en el centro del poder político y miliar de Europa. 

Las relaciones comerciales y culturales también son explicadas por este paradigma como una serie de interrelaciones dialécticas que hace que los Estados formen y rompan estas alianzas en función del contexto histórico en el que se vea involucrados. Gran Bretaña ha hecho y desecho tratados comerciales con un sin fin de naciones y Estados. Desde el enfoque neorrealista la política internacional es una enorme y basta red descentralizada de influencias de poder, en la que las potencias de segunda y tercera fila orbitan alrededor de una superpotencia para poder subsistir en el "estado de naturaleza estatal", en el que cada Estado es un lobo para otro Estado.  

Alguien quien entendió este enfoque fue Otto Von Bismark, el canciller de hierro, el cual se esforzó titánicamente para establecer una serie de tratados bilaterales entre el Imperio Alemán y otras potencias europeas del S.XIX para evitar la formación de bandos enemistados y asilar a Francia, el gran rival del II Reich. Para ello, Bismark estableció una serie de tratados bilaterales entre grandes potencias como Gran Bretaña, el Imperio Ruso o Austro-Hungría, con el objetivo de establecer contrapuntos para evitar un conflicto global en el que el Imperio Alemán estaría asolado por dos frentes, el francés y el ruso. Este sistema, llamado tratados bismarkianos, se disolvió con la caída en desgracia del propio Bismark, concentrándose las redes de poder en dos puntos concretos, la Entente, formada por Reino Unido, Francia, Italia, el Imperio Ruso y Estados Unidos; y las potencias centrales, teniendo al Imperio Alemán, Austro-Hungría, el Imperio Otomano y otras potencias menores como Bulgaria, estallando esta dinámica polar con la Primera Guerra Mundial (1914-1918)

La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) fue una concentración de poderes muy similar a la primera, pero con otros actores. El Tercer Reich entendía la política exterior desde una postura brutalmente realista. Para los nazis, el derecho de conquista era el único derecho internacional que seguían, justificando sus acciones por un tema de "seguridad y superioridad racial", que hacía que Alemania dispusiera del resto de naciones conquistadas y "aliadas" como feudos de explotación propia. Este conflicto es visto por el neorrealismo como una lucha entre grandes poderes concentrados en los Aliados y las potencias del Eje. 

Con la destrucción de estas últimas, los Aliados dejan de tener sentido como alianza política y miliar, separándose de nuevo en dos grandes polos de poder, a saber, el bloque occidental, articulado por Estados Unidos, y el bloque socialista, en el que la URSS representaba el eje de poder por el cual rotaban sus respectivos satélites asociados. Es en este punto en el cual surge la Organización del Tratado del Atlántico Norte, la OTAN. Esta es una alianza militar que asocia a Estados Unidos con un conjunto de países europeos, Turquía y Canadá en una estructura militar unificada con el objetivo de hacer frente a la influencia de la Unión Soviética (la cual creó el Pacto de Varsovia como contrapunto). La OTAN surge ante la necesidad de formar un frente unido contra el comunismo y mantener a los países miembros en la órbita estadounidense, proveyendo apoyo logístico, económico y militar a pequeños Estados y países que, ante la ausencia de esta alianza, estarían a merced de los intereses expansionistas de otras potencias, como es el caso de la Repúblicas Bálticas frente a Rusia.  

El mundo actual, desde este enfoque, es un plano irregular, en el que existen varios centros de poder representados por grandes Estados como Estados Unidos, Rusia o China, a las cuales se le asocian una serie de potencias de segundo orden que se afilian entre sí debido a una serie de de intereses y factores histórico-culturales. La OTAN sería una red de poder en la cual una serie de países europeos, Turquía y Canadá, orbitan alrededor de Estados Unidos. Este último sería el eje de poder de la alianza, articulando el mando militar y económico del resto de integrantes para hacer frente a los desafíos que plantean potencias rivales como Rusia y China. 

Sin embargo, a pesar de que este enfoque puede explicar satisfactoriamente muchísimos fenómenos políticos y sociales, no se ajusta bien a explicar el funcionamiento interno de grandes alianzas supraestatales como la OTAN o la Unión Europea. En el caso de la Alianza, esta no es una mera asociación informal entre Estados, ni una almágana descentralizada, a la manera de un rizoma, de relaciones bilaterales entre países occidentales, sino una estructura con un grado mínimo de centralización, con una serie de normas y artículos vinculantes que obliga a los países miembros a una serie de compromisos muy bien estipulados, algo que este enfoque no puede terminar de explicar satisfactoriamente.   

Kant y el derecho internacional 

Desde que existen Estados, estos han intentado establecer una serie de normas y reglas para tratar sus relaciones comerciales y militares. Ya en la Antigua Grecia las polis tenían una serie de normas para hacer la guerra, como respetar ciertas treguas, como los juegos olímpicos o algunas fiestas anuales. En el Imperio Romano, ya se tenían algunos esbozos que apuntaban al derecho internacional, pero es con el colapso de este y el auge del feudalismo europeo con el que surge propiamente el derecho internacional. 

La primera gran institución internacional que surge con la caída de Roma es la Iglesia, teniendo su centro de poder en el papado. Este intentó establecer una serie de normas básicas de comportamiento para los diferentes reinos y principados que conformaban la cristiandad, siendo todos ellos subordinados al poder central de la Santa Sede. Es así que el Papa actuaba (o pretendía actuar) como un poder central que regula los conflictos y relaciones comerciales entre los reinos cristianos, cosechando su mayor éxito al unir en una misma fuerza a diversos señores feudales para luchar contra el Islam en forma de Cruzadas, recuperando brevemente Jerusalén, justificando la reconquista de la Península Ibérica y la cristianización forzosa de los pueblos bálticos. La visión del papado como una monarquía universal y divina de la cual emana un derecho común para todas las naciones se encaran en la obra de grandes papas como Gregorio I o Urbano II. No obstante, la degeneración política y moral de la Iglesia, y en especial de la Santa Sede, provocó el descredito de esta como institución de derecho universal, desligándose los diversos reinos cristianos de la supremacía papal, quedando este último relegado ser un señor feudal más de la Italia central. 

Ante el fracaso de la Santa Sede como regidor de derecho universal, algunos intelectuales de finales de la Edad Media buscaron en otros actores el garante de derecho. El extraordinario poeta y político Dante Alighieri ve en la figura del Emperador del Sacro Imperio como la fuente de todo el derecho temporal, siendo un símil del poder de Dios (representado por el Papa) en la tierra. En su poco conocida obra De Monarchia, Dante defiende la supremacía de un único señor, en este caso el Emperador, sobre el resto de soberanos, detentando el poder único para establecer un derecho universal que garantice la paz y la concordia. Lejos de las aspiraciones de Dante, el Emperador cayó en la más absoluta impotencia, no pudiendo unificar jurídicamente ni sus propios dominios. 

Con el auge de la Edad Moderna y la secularización del pensamiento jurídico y político, varios grandes pensadores intentaron dar una base intelectual a la regulación de las relaciones interestatales de la época. Este es el caso de John Locke, el cual, en su Segundo ensayo sobre el Gobierno Civil (1689), trata sobre lo que él llama "poder federativo". Este consiste en un poder diferenciado del poder legislativo y el ejecutivo que tiene por potestad establecer relaciones internacionales de todos los tipos, desde tratados comerciales, hasta iniciar y finalizar conflictos. Esto supone un avance frente al absolutismo de Hobbes, pues las relaciones internacionales ya no están supeditadas a la voluntad de monarcas absolutos, sino a las deliberaciones de poderes constitucionales que pueden ser democráticos (Estados Unidos) o aristocráticos (la Inglaterra de Locke). 

El pensamiento secularizado de la política internacional entiende que al igual que las personas avanzan progresivamente a formas cada vez más civilizadas de relacionarse hasta conformar una constitución política en forma de Estado racional, los Estados deben de civilizarse más en su forma de relacionarse para poder constituir un derecho internacional que regule la guerra y el comercio de forma universal. 

El derecho internacional tiene sus fuentes en dos hechos. Por un lado, en los constantes tratados y conferencias de paz que se desarrollan en la Europa moderna, por los cuales empieza a regularse la forma de hacer la guerra y de comerciar; mientras que por el otro lado encuentra sus fundamentos teóricos en las ideas de la Ilustración. Autores como Voltaire, Montesquieu o Rousseau recogieron el liberalismo anglosajón de Locke y Hume, con el racionalismo científico de Descartes, Newton o Leibniz para constituir un derecho universal que gobierne a todas las naciones hacia la luz del progreso y la civilización. El mayor de estos intentos lo encontramos en la obra del filósofo e ilustrado alemán Immanuel Kant, el cual, influenciado por el espíritu de la Ilustración, elabora un ensayo en forma de tratado de paz que garantice un derecho universal que gobierne a todas las naciones, con el objetivo de abolir la propia guerra. Dicho ensayo no es más que su breve pero genial  Sobre la paz perpetua (1795). 

 Kant reflexiona sobre la posibilidad de abolir la guerra mediante la unificación de todas las naciones en un Estado federal republicano, en el que cada nación esté subordinada a una jurisdicción común, la cual haga imposible la guerra, ya que todos las naciones sería parte del mismo Estado, quedando la defensa y la milicia supeditada a un poder superior a todo Estado miembro. Kant pretende aproximar a la sociedad a una paz perpetua, un estadio en el cual las diferentes naciones resolverían sus conflictos mediante conferencias y resoluciones conjuntas, y no por medio de las armas. Con ello, Kant garantiza la supremacía de la razón, el progreso y la civilización frente a la barbarie, afirmando lo siguiente:  Buscad ante todo acercaros al ideal de la razón práctica y a su justicia; el fin que os proponéis –la paz perpetua– se os dará por añadidura (Kant, Sobre la paz perpetua, 1795 Apéndice I). 

A pesar de que Kant nunca vio su Estado federal universal materializado, las grandes potencias establecieron una serie de acuerdos y resoluciones con el objetivo de mantener la actividad bélica "dentro de unos límites civilizados". Es así como surgen los Convenios de Ginebra (1864-1949), los cuales regulan la utilización de determinados tipos de armamento, prohibiendo algunos, limitando otros, con el objetivo de hacer los conflictos más "humanitarios". No obstante, la primera institución supranacional que intenta implementar el derecho internacional es la Sociedad de Naciones, la cual no consigue prosperar debido a la hostilidad internacional del periodo de entreguerras. La Organización de las Naciones Unidas pretender ser la manifestación de la paz perpetua kantiana. La ONU es una institución supranacional que pretende controlar los conflictos internacionales y evitar las guerras abiertas entre países. El problema de esta institución es que la mayoría de sus resoluciones no son unánimes ni vinculantes, además de que las cinco potencias vencedoras tienen derecho a veto (Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido) algo que limita hasta la impotencia el carácter ejecutivo de la organización. 

Bajo esta óptica kantiana de las relaciones internacionales, la OTAN se muestra como una constitución supraestatal de carácter político y militar, que integra a sus miembros en un mando único y en una serie de compromisos y objetivos comunes. La OTAN no es una mera alianza de poderes y contrapoderes, sino que es todo un entramado jurídico-administrativo que garantiza la defensa externa de sus miembros y el orden en sus fronteras internas. Gracias a la OTAN, tanto la Unión Soviética como la nueva Rusia Imperial de Putin han tenido una muro de contención en Europa frente al expansionismo agresivo del gigante eslavo. Además, la OTAN ha garantizado el orden interno en el continente europeo, haciendo que las países del entorno, antaño enemigos, cooperen conjuntamente frente a enemigos y objetivos comunes, evitando conflictos entre sus miembros más problemáticos, como Grecia y Turquía, o Rumanía y Hungría entre otros. Aunque la OTAN está lejos de ser el baluarte del derecho internacional, si que ha podido formar mediante su uso práctico un espacio de seguridad occidental frente al imperialismo ruso y los conflictos intestinos de los países europeos, fomentando a su vez el progreso económico y cultural que hace que Occidente sea infinitamente superior en cuanto a libertades políticas frente a sus rivales asiáticos.  

  Europa y la OTAN 

Europa se enfrenta a una crisis de seguridad militar y económica sin precedentes. Durante años los países europeos se han relajado por estar bajo el paraguas militar de Estados Unidos y por la impotencia de la Federación Rusa tras la desintegración de la Unión Soviética en 1991, algo que ha llevado a que los países de la Alianza no hayan cumplido los compromisos de gasto de defensa y seguridad colectiva, relegándose al papel de mero apéndice de la maquinaria militar americana. La presidencia de Donald Trump (2017-2021) y su política aislacionista ha dejado enormes vacíos de poder que están siendo rellenados por Rusia y China. Tal fue el grado de irresponsabilidad militar y política del gabinete Trump que la OTAN pudo haberse desintegrado en 2018. Ucrania no es un problema para Rusia y la OTAN por su modelo político o por su naturaleza histórica fronteriza. Eso son cuentos que cantan sin parar los todólogos de la televisión. Ucrania es un punto estratégico militar tanto para Rusia como para la OTAN, y si Europa quiere garantizar su seguridad, debe de tomarse enserio la OTAN y dejarse de eslóganes idealistas. Europa necesita generales y tecnócratas, no pacifistas privilegiados.  

Durante el periodo de supremacía estadounidense, la superpotencia americana era el líder incuestionable del mundo. No obstante, Estados Unidos no ha adoptado las responsabilidades que conlleva este papel de árbitro del mundo, perdiendo imagen y credibilidad por todo el globo. Es por ello que países como Rusia y China están tomando políticas exteriores mucho más agresivas, hasta tal punto que Rusia ha podido invadir a gran escala un país como Ucrania ante la propia frontera de la OTAN. Europa ha pospuesto demasiado tiempo sus responsabilidades frente a los compromisos de la OTAN, algo que, unido a la crisis de poderío e identidad que sufre Estados Unidos, hace que otros Estados como Rusia y China ocupen los vacíos de poder que deja Occidente. Europa, ante el expansionismo ruso, debe de militarizarse y afrontar sus responsabilidades para que el mundo se parezca más a la paz de Kant que la barbarie de Hobbes.  







La escula Austria de economía y la pseudociencia de la praxología

 Una de las escuelas de pensamiento económica que se se ha puesto de moda entre muchos políticos, ideólogos y demás difamadores es la escuel...