miércoles, 19 de mayo de 2021

Bakunin y el anarquismo

El anarquismo, lejos de ser una doctrina política unitaria y cohesionada, es más bien una familia de dispares concepciones e ideologías acerca de la naturaleza de la sociedad y la organización política, las cuales son inmensamente dispares entre si, atravesando por completo todo el espectro ideológico derecha-izquierda. Dentro del anarquismo podemos encontrar autores y corrientes tan dispares como el anarquismo colectivista de Proudhon y Bakunin, el anarcomunismo de Kropotkin, el sindicalismo libertario de Chomsky, el anarquismo nacionalista de Jünger, el anarcocristianismo de Tolstoi o el anarcocapitalismo de Rand entre un sin fin de subcategorías más. 

Sin embargo puede dilucidarse un aspecto común a tan dispares doctrinas políticas y económicas, a saber, el rechazo de la figura del Estado, el cual es tildado de ser un mecanismo de opresión y sometimiento de la población, privando a los miembros tanto de su libertad individual como social en interés de un clase dominante. Es así que para el anarquismo más genérico el Estado y la sociedad civil no son más que un instrumento de sometimiento y esclavización de la población que se justifica mediante principios religiosos, metafísicos y judiciales que hacen necesario la institución de este, aunque en realidad, para los anarquistas, lo único que consigue es la supresión de la libertad. 

Dentro de los autores más clásicos del anarquismo como Proudhon, Malatesta, Stirner o Kropotkin, destaca la figura de Bakunin, no solo por sentar las bases del anarquismo socialistas en muchas facetas, sino en las repercusiones prácticas que estas implicaban, llegando a enfrentarse a Marx, Engels y los partidarios del comunismo, algo que le valió el ostracismo y la expulsión de la Primera Internacional Socialista. A su vez, Bakunin fue una figura de muchísima importancia en el movimiento obrero, en especial en los países mediterráneos y atrasados del S.XIX, como Italia o España. Además, Bakunin, con la creación de la Federación Anarquista Internacional (FAI), fue uno de los precursores de los movimientos sindicalistas de carácter anarquista tan notables de finales del S.XIX y principios del S.XX. 

En el plano intelectual, el pensamiento de este autor está influenciado por multitud de fuentes. En el plano filosófico, Bakunin está influenciado por Hegel, ya que pensaba que la historia seguía una serie de leyes inmutables que, en su caso, conllevaría a la abolición del Estado y la Iglesia y la construcción  de una sociedad anarquista. Por tanto, Bakunin es un materialista al igual que Marx o Engels. No obstante, y aunque Bakunin no lo declara explícitamente, también es influenciado por la sociología de Saint-Simon y el positivismo de Comte. Esto se debe al papel principal de la ciencia en la reforma de la sociedad, siendo la educación científica el sustituto natural de la religión y la Iglesia, algo muy similar a la tesis de Comte de que la sociología sería la nueva religión de la futura sociedad positiva. A su vez, el pensamiento de Bakunin también debe de las doctrinas de Rousseau, el concepto de voluntad popular o la soberanía del pueblo, siendo el Estado, tanto republicanos como monárquicos, tiranías del hombre hacia el hombre, con lo cual Bakunin se opone totalmente a las tesis de Maquiavelo o Hobbes. 

En el plano económico, Bakunin tenía posturas muy similares hacia las de Proudhon y Marx, afirmando que el valor de los productos era determinado por el trabajo de quien los produce, afirmando que el sistema capitalista se basa en la explotación del proletariado por parte de la burguesía mediante el robo de su trabajo. Sin embargo, Bakunin, aproximándose más a la estela de su maestro Proudhon, rechazaba las tesis políticas y revolucionarias de Marx, en especial el concepto de "dictadura del proletariado", tachando a este último de totalitario y reaccionario. 

Para Bakunin el principio fundamental que rige la existencia humana es la libertad, pero no la libertad como algo abstracto propia de la filosofía hegeliana, sino que entiende a libertad como algo esencialmente social, es decir, la libertad de ser reconocido por los demás como libre. Bakunin, siguiendo las tesis positivista, el ser humano no es más que un organismo más de la naturaleza, el cual está supeditado a las leyes de esta, ya que el ser humano es parte de la naturaleza. Es por ello que Bakunin entiende la libertad como algo social, como la capacidad que tiene el ser humano de comunicarse y colaborar con los demás sin estar sujeto a ninguna autoridad o influencia externa arbitraria, como es el Estado o el Mercado. Por tanto, el único principio incondicional dentro de la filosofía política de Bakunin es que el ser humano actúe libremente con o hacia los demás, voluntariamente y sin restricciones, exceptuando las leyes naturales y sociales propias de toda comunidad. 

Con este principio en mente, Bakunin aboga por el federalismo, más concretamente en la formación de comunas confederadas de asociación libre que comercien y cooperen con total libertad desde los individuos hasta las figuras más altas y generales, es decir, que el poder fluya de abajo hacia arriba, y no desde arriba hacia abajo, propio del autoritarismo del Estado. Bakunin rechaza las premisas nacionalistas de revolucionarios como Mazzini, pues, según Bakunin, el líder nacionalista italiano abogaba por la formación de un estado unitario republicano de todas las comunidades italianas propias del periodo del Risorguimiento. Bakunin defiende un federalismo totalmente descentralizado, al cual puede ir acompañado del sentimiento de nacionalidad, pero sin la pretensión de formar un Estado nacional, ya que este implicaría la tiranía de la patria por parte de una casta dirigente, sean monárquicos o republicanos, algo que Bakunin tacha de patriotismo falso, llegando a afirmar que la pretensión de la formación de un Estado popular alemán, no es más que una dictadura aborrecible cargada de odio contra los demás pueblos, en especial a los eslavos. 

Es la naturaleza del Estado lo que podrán a Bakunin en contra de Marx, pues este último, siguiendo las supuestas conclusiones lógicas de su "materialismo histórico", entiende como necesario la formación de un Estado proletario transitorio, pero dictatorial que aplaste a las clases reaccionarias que sabotean la transición del socialismo al comunismo, el cual Marx defiende como el fin de la historia, en el cual el Estado dejará de ser útil porque no habrá clases que eliminar, siendo desmantelado por los propios proletarios. Bakunin rechaza completamente esta teoría, tildándola de burguesa y pseudosocialista. Bakunin afirma que la creación de un Estado encarnado en la dictadura proletaria no puede resultar en el socialismo revolucionario o comunismo, sino en una dictadura aún más salvaje y atroz que la capitalista, algo que la Historia demostró con las tragedias humanas de los países socialistas posteriores a la muerte de Bakunin. Este afirma que la creación de un Estado proletario y socialista conlleva a la creación de dos clases bien diferenciadas: por un lado toda la masa miserable de proletarios, pero sobre todo, de campesinos, que son explotados por una casta intelectual de revolucionarios vanguardistas, que justifican la brutalidad política y la esclavización de la sociedad con e objeto de "salvar el socialismo". Para Bakunin, tanto comunistas marxistas como socialdemócratas, no son más que la misma dictadura del Estado pero con otro nombre, siendo que al pueblo le duele igual aunque se le golpee con la "porra del pueblo". 

Bakunin encuentra que lo más parecido a su federalismo anarquista reside en la constitución política de los Estados Unidos del S.XIX. Bakunin alaba el sistema estadounidense debido a su descentralización y gran autonomía que daba a los Estados y comunidades que componían este país, estando unidos por un marco legal común general y por un sentimiento nacional que emana de abajo hacia arriba. De hecho, Bakunin enfatiza que fueron los Estados del Sur de la Confederación los que representaban mucho mejor su idea de federalismo, aunque rechaza tajantemente el sistema esclavista que envenenaba dicho sistema político. 

Bakunin, a pesar de su marcado ateísmo y positivismo, no rechaza las creencias religiosas o metafísicas, con la condición de que sean creencias privadas, tolerantes y elegidas libremente por el que las profesa y no impuestas por ninguna institución religiosa como puede ser la Iglesia. Para Bakunin, la Iglesia no es más que la hermana espiritual del Estado, la cual impone una serie de dogmas, sean cristianos, musulmanes, judíos, budistas o hinduistas, por medio de la represión, la superstición y el miedo. Es así que, aun siendo ateo, Bakunin acepta las creencias religiosas siempre y cuando sean libres y tolerantes con los demás, algo que se asemeja al anarquismo cristiano de su compatriota Tolstoi, el cual, rechazando a la Iglesia Ortodoxa Rusa, la cual no es más que un apéndice del Estado Zarista (y de la actual  Rusia de Putin), aboga por una experiencia religiosa comunitaria tolerante y enfocada a los demás, basada en el ejemplo de Cristo, en la compasión, el trabajo y el amor en comunidades descentralizadas, algo con lo que Bakunin no tendría muchos inconvenientes en aceptar en el caso de su pueblo, los eslavos. 

El pensamiento de Bakunin, lejos de ser autoritario y totalitario como el marxismo, rebosa de optimismo y respeto hacia la libertad individual. A pesar de su utopismo y de que a veces caía en el antisemitismo, el pensamiento de este ruso desaliñado es mucho más discutible y tolerable que las rígidas tesis materialistas económicas de aquel intolerable ideólogo alemán, el cual, a pesar de su enorme desprecio y odio hacia el pueblo eslavo,  las cuales exportó de la mano de Lenin, Trotsky y Stalin, cosechando muerte y miseria, de las cuales muchos eslavos, como rusos, bielorrusos o ucranianos, aun sufren sus nefastas consecuencias. 


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