jueves, 27 de enero de 2022

Naturaleza y Cultura: por una interpretación evolucionista de la cultura

 El campo de la ciencia sufre desde hace mucho una división artificial, pero que ha sido interiorizado por casi todos los científicos, a saber, la distinción entre ciencias naturales y ciencias sociales (o humanas). Parece ser que un muro epistemológico se alza entre las ciencias naturales como la física, la biología o la astronomía frente a otras disciplinas como la sociología, la antropología o la psicología social. En muchas ocasiones, estas distinciones es defendida por ambos grupos de "científicos", algo que difiere notablemente con respecto a tiempos anteriores. El caso de Charles Darwin es bastante ilustrativo. Predecía en su famosa obra El Origen de las Especies, que la psicología tendría un gran futuro si aceptaba la premisas básicas del propio evolucionismo, algo que sus propios sucesores defenderían fervientemente, como Galton, Spencer o Haeckel. 

Sin embargo, esta distinción entre las ciencias naturales y las mal llamadas ciencias del espíritu cogió fuerza con la obra de filósofos muy populares como Hegel o Dilthey. Para esta clase de pensadores, el mundo humano y social era irreductible y completamente diferente al mundo de las fuerzas naturales, debido a la única capacidad del ser humano de reflexionar y simbolizar. Esta concepción de la ciencia caló en algunos científicos de gran prestigio como el sociólogo francés Emilie Durkheim. En sus escritos, el cual afirmaba que la sociología seguía una serie de dinámicas y leyes propias que no eran comparables a las de la biología o la psicología. 

Esta distinción perdura en la actualidad debido principalmente a la predisposición conceptual de los especialistas de cada rama. Los científicos naturales en muchas ocasiones se separan de sus homólogos sociales debido a que las teorías y métodos de estos últimos son mucho más pobre y limitados que sus respectivos campos. Esto puede verse en el desarrollo histórico de los paradigmas científicos. Mientras que la mecánica newtoniana reinó en el campo de la física cómodamente entre los S.XVII y finales del S.XIX, el conductismo operante solo tuvo un par de décadas de hegemonía antes de caer e crisis y dar paso a una amalgama de teorías psicológicas, de las cuales ninguna llega a alcanzar el estatus de paradigma. Los científicos naturales tienen una gran reticencias a aceptar las vagas teorías de sus homólogos sociales.  

Por otro lado los científicos sociales se sienten incómodos a la hora de compartir el espacio de trabajo con sus compañeros naturalistas debido a que no aceptan el carácter reduccionistas. Esto se debe una posible usurpación profesional, pues si puede describirse los fenómenos psicológicos mediante la interacción de varias estructuras neurológicas y musculares con su medio ambiente con un grado de precisión y cuantificación, para qué recurrir a conceptos tan vagos y etéreos como los de mente o consciencia. Esto conlleva a que se adopte una separación más o menos incomoda, la cual encuentra su piedra angular en el concepto (y la vez fenómeno) de la cultura. 

La cultura es un término de gran polémica, pues suscita un conjunto de fenómenos sociales y emocionales que repercuten en la esencia del propio ser humano. La cultura se ha tomado durante muchísimo tiempo (quizás demasiado) como el reino de lo simbólico y social, el cual rigen una serie de leyes y dinámicas totalmente diferentes a la del reino de la Naturaleza.  El propio Hegel (influenciado por Fichte) diferenciaba entre naturaleza y cultura, siendo la primera el reino de la negación, la materia y la pasividad, mientras que la cultura es le reno del Espíritu, de la actividad y la moral, algo que distingue a hombre civilizado del "pobre salvaje". Realizar una historia de la concepto de cultura sería algo apasionante, pero a la vez muy laboriosa que excede las modestas dimensiones de este pequeño ensayo. Sin embargo, si que puede decirse que el estudio de la cultura como fenómeno científico ha sido monopolizado por una disciplina en concreto, la antropología cultural. 

La antropología cultural puede entenderse como la ciencia que estudia la cultura y sus manifestaciones, acudiendo a las representaciones simbólicas y a las instituciones que las caracteriza. No obstante, el mismo concepto de cultura se presenta confuso y vago, pues entre los especialistas y las escuelas que pueblan esta disciplina no existe un consenso claro sobre este. Muchos han sido los que han definido la cultura, desde Cassirer y su neokantianismo, pasando por el estructuralismo de Strauss, hasta la hermenéutica posmoderna actual. Sin embargo, y a pesar de las grandes diferencias entre escuelas y especialistas, casi todas las definiciones giran en torno a la cultura un carácter simbólico y social. La cultura puede esbozarse como la realidad simbólica que comparte una comunidad humana en un determinado contexto, la cual es transmitida a de una generación a otra por medio de la tradición. 

Sin embargo esta primera aproximación o esbozo del concepto de cultura sobre de una vaguedad y opacidad imperdonable para cualquier interpretación de dicho fenómeno. Esto se debe a que se pretende definir la cultura con un concepto también difuso, el símbolo social. Un símbolo es una representación o figuración que tiene un significado metafórico para quien lo percibe, siendo el simbolismo social aquel conjunto de representaciones con significado que comparte una comunidad. El problema con esta aclaración es que se basa una abstracción en otra abstracción igual o más de difusa, pues definir el simbolismo como la representación con significado trae consigo el problema de definir los conceptos de "representación" y "significado", algo que nos lleva a un camino de complejas y estériles abstracciones intelectuales. 

Siguiendo la estela de Kant, los concepto deben de acomodarse a los fenómenos empíricos que pretenden describir, siendo los conceptos reflejos abstractivos de la información empírica. Creo que uno de los pocos antropólogos que consiguen definir la cultura desde unos parámetros científicos es Martin Harris, el cual adapta y corrige la interpretación materialista de Marx al campo de la cultura. Para Harris y su materialismo cultural, la cultura es el conjunto de herramientas y creencias que adopta una sociedad con el fin de afrontar los problemas que le plantea una presión ambiental determinada. Aunque esta definición pueda parecer generalista y simplona, funciona a nivel epistemológico mejor que sus competidoras, pues es capaz de basar un concepto en un conjunto integrado e variables observables y cuantificables, como son las relaciones ecológicas entre un grupo de organismos y su contexto material. A mi juicio, y quizás en desacuerdo con el propio Harris, el materialismo cultural plantea un cambio conceptual sin precedentes, pues abre la puerta a tratar la cultura no como un reino simbólico diferente al natural, sino como un caso especial dentro de la ecología evolutiva. Creo que la cultura y el resto de fenómenos sociales debe de entenderse como fenómenos biológicos prescritos a las mismas leyes, entre ellas la selección natural. 

La selección natural, la cual fue desarrollado por los geniales Darwin y Wallace, es el mecanismo subyacente que describe y explica el devenir de los fenómenos biológicos (incluso físicos). No obstante, al igual que muchos otros conceptos, la selección natural ha sido muy mal entendida por muchos y con terribles consecuencias. Popularmente se ha definido la selección natural como la persistencia de aquellos organismos más capacitados y aptos, con lo cual se afirma que los seres que persisten son aquellos que se sobreponen a los más débiles. A pesar de la popularidad de esta interpretación, la selección natural no fue concebida por Darwin y sus verdaderos discípulos, sino que fue popularizada por Spencer, el cual ya habla de evolucionismo social antes del propio Darwin. 

La selección natural consiste en que la presión ambiental "selecciona" a aquellos grupos y especies que están peor adaptados a un contexto ecológico determinado. Esta selección puede conllevar a una serie de consecuencias, desde la exclusión a una parcela ecológica concreta, hasta la total eliminación de la especie o grupo de organismos. Desde este punto de vista, los términos superior/inferior o fuerte/débil como categorías de la evolución carecen de sentido, pues lo único que puede afirmarse es que una determinada forma de vida persiste no por sus cualidades intrínsecas, sino por el grado de adaptación (o sinergia) al contexto ecológico en el el que subsiste, siendo que, si se produce un cambio en este último, lo que antes podría afirmarse que era adaptativo, ya no lo sea, lo que puede conllevar a su eliminación en el nuevo ecosistema. Ese es el caos del mamut, el cual estaba bien adaptado al ecosistema de las grandes Glaciaciones. Pero en el momento en que este cambió considerablemente, el mamut perdió progresivamente terreno hasta llegar a su total extinción. Lo que popularmente consideramos como "evolucionado" puede dejar de serlo y viceversa. 

 El ser humano, antes que político, científico, pensador o artista, es un ente biológico más, llamado homo sapiens, el cual no deja de ser un animal más de la cadena trófica. Los actuales seres humanos somos el resultado de siglos de evolución biológica. Tanto nuestra constitución física como mental es el resultado de este proceso de selección natural, siendo los actuales seres humanos aquellos que nos hemos adaptado mejor a las dinámicas ecológicas que han devenido en toda nuestras Historia Natural. Muchos objetan que el ser humano es totalmente diferente al resto de los animales debido a su capacidad simbólica y moral. Es cierto que estas son únicas del ser humano, pero no quiere decir que sean exclusivas de este último, ya que pudieron existir otros especies de homos que tuvieron capacidades similares, aunque quizás menos complejas. A su vez, es muy probable que existan otros seres biológicos (o incluso artificiales) con estas capacidades en otros mundos del espacio exterior. 

Los fenómenos culturales y morales pueden entenderse también desde la selección natural. Las culturas que persisten en la actualidad son aquellas que mejor se han adaptado a las condiciones materiales en las que se han desarrollado. Un ejemplo sería el actual sistema económico. El capitalismo coexistió en el mismo ambiente ecológico con otros sistemas, como el feudalismo, el absolutismo o el socialismo. Todos estos sistemas compartían el mismo nicho, pero el capitalismo pudo persistir debido a su flexibilidad adaptativa, siendo los otros sistemas económicos seleccionados en el más estricto sentido darwiniano, extinguiéndose sin más, como el feudalismo o el fascismo, o quedando arrinconados en pequeñas parcelas, como el absolutismo o el socialismo.  

La selección natural supone un mecanismo descriptivo y explicativo de una gran generalidad y universalidad que permite conformar un marco de trabajo para futuras hipótesis y teorías científicas, siendo la tarea de las ciencias sociales el describir y explicar cómo se aplica la selección natural respecto al devenir de dinámicas grupales, culturas, instituciones sociales o sistemas económicos entre otros. Un ejemplo es la sociología, la cual, en vez de limitarse al análisis de discursos y a la hermenéutica posmoderna, podría intentar explicar cómo un modelo de sociedad desplaza a otro. 

La antropología cultural puede seguir perfectamente un camino muy similar. Las diferentes culturas que surgen en el devenir histórico forman un serie de herramientas, instituciones y creencia, con el objetivo de mantener la homeostasis con sus contexto ecológico. Todas estas compiten entre sí, debido a que comparten multitud de nichos, pudiendo a su vez cooperar entre ellas para aumentar sus posibilidades. Aquellas culturas que se adaptan con mayor facilidad a su entorno por medio de dichas herramientas y creencias, son las que realmente tienen éxito y persisten, mientras que las demás son seleccionadas, quedando relegadas a estrechos territorios, como es le caso de las comunidades tribales, o extinguidas sin más, como la cultura manchú imperial. 

El materialismo cultural es una paradigma que encaja a la perfección con este enfoque, pudiendo explicar multitud de fenómenos culturales, recurriendo a la relación de las comunidades humanas con sus condiciones ecológicas en las que se desarrollan. Esto permite formular hipótesis falsables, dando a la antropología cultural el legítimo estatus de ciencia. Aplicando la selección natural a las ciencias sociales (siendo el meme y no el gen la unidad evolutiva social), estas podrán formular hipótesis y teorías falsables y de gran potencia explicativa, elevándolas al rango de ciencias de pleno derecho, eliminando la distinción entre ciencias naturales y sociales, unificando la ciencia, acercando a ser humano a una comprensión más clara y racional de la propia realidad. 

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