viernes, 30 de julio de 2021

Hispanoamérica: independencia y fracaso

 En su libo España Inteligible (1983), el filósofo Julián Marías reflexiona sobre la naturaleza de la nación española y de su trayectoria histórica durante todo su desarrollo. Marías afirma que la esencia histórica de toda nación no se reduce a la consecución de sus circunstancias sociales, económicas, militares y políticas, sino que debe de entenderse esta como una trayectoria "vital", un proyecto unitario que contiene un geografía y una colectividad humana que se da identidad a sí misma. De toda la obra de este autor, el concepto de proyecto histórico es el más interesante, pues integra toda una diversidad física, sociológica y política en todo unitario, en un proyecto de futuro, pues las naciones, siguiendo al autor, no se construyen en base a su pasado, su lengua y su sangre, sino en cuanto a la visión que tiene dicha comunidad humana de su propio futuro, un proyecto que construya un todo orgánico y unitario que de sentido a la vida colectiva orientada al futuro. En el caso de España su proyecto nacional fue uno de los más imponentes e importantes dentro de la gran familia europea, pues supuso la construcción de un Estado (en forma de monarquía) transoceánico que exportó la civilización europea a todos los hemisferios, en especial el continente americano, el cual es el objeto de este pequeño ensayo. 

Hispanoamérica es un concepto socio-histórico muy complejo y que ha despertado mucha polémica durante muchísimos años. Lejos de representar una realidad histórica y cultural homogénea y unitaria, Hispanoamérica es un conglomerados de pueblos y naciones malogradas, resultado del naufragio del proyecto transoceánico español, la intervención de potencias extrajeras y sobre todo, el fracaso a la hora de construir instituciones y proyectos colectivos en las diferentes naciones que resultaron del desmoronamiento de España . Si uno observa la historia de los países latinoamericanos, a pesar de su rica diversidad natural y cultural, puede notarse una sutil, pero importante constante histórica que conecta a todos estos países, un estancamiento económico, una frustración social enorme y un complejo de inferioridad ante los países extranjeros (en especial Estados Unidos, aunque también en menor medida Rusia y China). En mi humilde opinión creo que lo último comentado es resultado principalmente de la gran corrupción institucional endémica que sufren todos estos países tras sus respectivas independencias. Creo que este punto es el esencial que explica la condición paupérrima y la ausencia de proyecto vital que sufren los países hispanohablantes, incluyendo a la propia España, la cual, en cierta medida, transfirió los problemas históricos a los países hispanoamericanos. 

Cuando piensa en las causas de la gran diferencia que existe entre Hispanoamérica y Estados Unidos (y Canadá), pueden considerarse multitud de factores económicos, sociales y políticos que describen muy satisfactoriamente dicho contraste entre países, pero no explica el origen de este contraste. Existen multitud de interpretaciones que reducen estos contrastes a factores económicos, culturales o políticos, pero que no terminan por explicar las causas más profundas de dicha calamidad que carcome a la comunidad hispanohablante. 

Ensayos como Por qué fracasan los países (2012) de D. Acemoğlu y J. Robinson, o Historia económica mundial: un breve introducción (2013) de R.C. Allen intentan explicar las diferencias entre la América hispana y la anglosajona por motivos económicos, debido principalmente a que la primera fue conquistada y la segunda colonizada, a lo cual debe de añadirse que los recursos naturales eran relativamente escasos en la América anglosajona, hizo que los colonos de esta última tuvieran que fomentar el emprendimiento y desarrollar con mucha dificultad (pero con gran éxito) la iniciativa privada, la industria y el comercio exterior, algo que la América Hispana según estas interpretaciones, no pudo nunca desarrollar debido a la la actitud rentista y acomodada de las élites españolas. Esto incluso puede verse en el propio Imperio Británico, pues se observan diferencias abismales entre los territorios que fueron conquistados, como la India o Pakistán, y los territorios que fueron colonizados, como Estados Unidos, Canadá, Nueza Zelanda o Australia. Estas interpretaciones económicas son bastante coherentes y proporciona multitud de evidencias empíricas en forma de datos estadísticos. Pero creo que el problema de estas interpretaciones es que consideran como causas de la desigualdad entre los países a fenómenos que son más bien efectos de una causa subyacente de carácter histórico. 

Por otra parte, otros achacan la situación de estos países por la intervención de potencias extranjeras. Estas interpretaciones son bastante populares ente los círculos de izquierda (Do, 2018), los cuales achacan la intervención de Estados Unidos en la región con la excusa de instaurar el libre mercado en contra de la amenaza del socialismo (tal y como reflejaron Cuba y en menor medida Nicaragua y Perú). Todos los golpes de Estado que hubo en la región auspiciados por Estados Unidos están muy bien documentos en el libro del historiador  Marcos Rosenmann, Por la razón o la fuerza (2019). En dicho libro se exponen los diferentes intereses económicos de la potencia norteamericana que auspiciaron las diferentes dictaduras militares que salpicaron a la región, aunque no se profundiza en las intervenciones de la URSS y de Cuba en los regímenes socialistas que se formaron y que aun persisten en Venezuela y Bolivia entre otros. Estas interpretaciones izquierdistas pecan de reduccionistas y de polarizantés, pues reducen los problemas de todos estos países a la intervención extrajera, cuando esta es un consecuencia de la debilidad institucional e inferioridad exterior de estos países que sufren tras sus respectivas independencias (Donghi, 1975). 

España como problema, Hispanoamérica como complicación 

Se ha afirmado anteriormente que el gran problema que perjudica enormemente a Hispanoamérica no es la falta de un mercado competitivo ni la injerencia extranjera, estos son consecuencias de la ausencia de unas instituciones fuertes y saludables, ausencia que sufren los países hispanoamericanos desde sus independencias de la monarquía española. Esto no debe de interpretarse como lo hacen los llamados hispanistas de la Escuela de Oviedo, ya que ebrios de los trabajos de Gustavo Bueno, como España frente a Europa (2019), afirman que España debe de volver a dirigir Hispanoamérica en contra de las democracias posmodernas anglosajonas, siendo esto último una soberana necedad que no hace justicia a la obra del propio Bueno. España fue realmente un gran imperio, generador de cultura y originalidad en casi todos los campos, algo que demostró al ocupar el vacío dejado por las civilizaciones precolombinas como la azteca o la inca. España no colonizó américa tal y como hizo Inglaterra y en menor medida Francia y Holanda, sino que trajo los principios de la civilización europea a las poblaciones indígenas, cristianizándolas, proporcionándoles lengua y cultura, pero sobre todo, transformándoles en españoles. 

España durante los siglos XVI, XVII y XVIII fue una nación transoceánica que abarca toda una infinita diversidad lingüística, geográfica, étnica y cultural sin precedentes, pero cohesionada en una unidad infinitamente más elevada a nivel político e histórico, la hispanidad, el proyecto colectivo de una monarquía católica, universal y española que no considera a sus posesiones americanas como meras colonias (tal y como harían ingleses y franceses), sino como provincias ultramarinas de plenos derechos que responden ante el rey y la tradición. El proyecto histórico de las Españas queda bien reflejado en la famosa frase de Felipe II, máximo monarca de la Casa de Austria: en mi imperio nunca se pone el sol. Dicha frase resume perfectamente el cometido, la trayectoria vital que querían seguir las Españas, la construcción de una monarquía universal, algo que recuerda a los pensamientos políticos de Dante Alighieri, reflejados en su libro De Monarchia. 

Sin embargo, España no pudo concluir dicha empresa histórica debido a problemas estructurales muy graves que socavaron las bases del imperio ultramarino. Uno de estos errores fue la adopción rabiosa de la Contrarreforma, algo que supuso un gran freno para el florecimiento de saberes tan importantes como la filosofía o la ciencia, las cuales necesitan liberarse del yugo de la teología para poder germinar en cualquier sociedad, algo que los países hispanohablantes (incluido España) siguen sufriendo en muchos aspectos, haciendo que la la filosofía y la ciencia de origen hispano, a pesar de sus enormes aportaciones y virtudes, han quedado  rezagadas y a remolque de las anglosajonas y germanas. Unido a este celo religioso, España cometió otro gran error que fue el peso del Estado y la Corona sobre la libertad individual de sus súbditos, lo cual constriño económica y socialmente la vida colectiva, haciendo que mejoras tan importantes como la industrialización o el auge de la burguesía no se hayan dado a gran escala en las naciones hispanohablantes.  

Sin embargo, la mayor catástrofe que sufrió el Imperio español fue el reinado de Fernando VII posterior a la Guerra de Independencia (1808-1814). Durante este conflicto, las instituciones españolas presentes en la península y las provincias de ultramar se desintegraron por completo, ya que la figura de la cual emana la legitimidad de dichas instituciones, la Monarquía, fue vendida vilmente a los usurpadores franceses, algo que provocó el colapso de estas por todo el territorio español. Sin embargo, este desastre institucional no supuso el fin del imperio, pues la Cortes de Cádiz de 1812 supusieron un intento de recomposición nacional, donde las provincias de ultramar estaban representadas con un peso proporcional. Las Cortes de Cádiz fueron un intento de reconstruir la Monarquía transoceánica por medio del liberalismo y la tolerancia de pensamiento, la cual incluía a todas las regiones hispanohablantes en una unidad coherente, algo que quizás hubiera provocado igualmente la independencia de los países hispanoamericanos, pero en un fecha más tardía y de una forma similar a la de los países angloparlantes como Canadá o Australia. 

Sin embargo, la vuelta del siniestro monarca, más bien tirano, Fernando VII dio al traste con todos estos proyectos que abría las Cortes de Cádiz. Su absolutismo y reaccionismo feroz manifestados en la Década Ominosa (1823-1833) y su irrisoria Reconquista, provocó que la Monarquía española quedara en total descrédito, dejando un vació de poder, el cual fue ocupado maliciosamente por las élites criollas de cada provincia, unido a la ayuda extranjera de potencias como Estados Unidos o Reino Unido,  y combinado con la debilidad militar y el desprestigio exterior de España, provocó que el Imperio se disolviera y dejara de existir, pasando las últimas provincias españolas americanas, Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam a convertirse progresivamente en colonias, fomentando a su vez los nacionalismos y las envidias extrajeras.  Los países hispanoamericanos consiguen su independencia por fuerza de las armas, pero dejan un vació de poder que provocó luchas intestinas, civiles e internacionales, en dichos países entre las élites criollas, las cuales son incapaces de proporcional un proyecto social e histórico común. Esto conlleva a no poder desarrollar instituciones sanas y fuertes que favorezcan la libertad individual, el progreso económico y la soberanía frente a los intereses extranjeros. Las luchas por el poder y la falta de un marco constitucional común y duradero han ocasionado que estos países no desarrollen su propia industria nacional, y estén a merced de las potencias extrajeras,  Reino Unido al principio, pero principalmente Estados Unidos. 

Hispanoamérica: pronunciamiento y desigualdad  

Tras la balcanización del Imperio Español en las numerosas repúblicas nacionales que salpican el continente américo, el vacío dejado por este último fue inmenso, tanto que los proyectos de una nación hispanoamericana unitaria ideados por Francisco de Miranda o Simón Bolívar fracasaron estrepitosamente. Esto se debe a que la estructura estatal del imperio español dividía el enorme territorio en virreinatos y capitanías, las cuales eran habitadas por pueblos que, a pesar de su sustrato hispánico común, eran étnicamente muy diferentes debido a sus  diferencias culturales y geográficas que hacía imposible su cohesión ante el caos militar y social la constitución de dichos proyectos políticos. Es así que ante el vacío dejado por la metrópolis peninsular, las diversas élites criollas se alzaron en armas para adueñarse de las antaño zonas administrativas del Imperio Español, con el objetivo de convertirse en caudillos de capitanías y virreinatos convertidos en repúblicas presidencialistas donde la democracia es una mera escusa para permanecer en el poder. 

Es así que los países hispanoamericanos no han tenido ningún proyecto nacional, sino que las élites gobernantes solo se han preocupado por permanecer en el poder en lucha encarnizada con las otra élites, provocando encarnizadas guerras civiles que destruyen la concordia social necesaria para construir un Estado que monopolice la fuerza, creando bolsas de violencia anárquica que fomentan la aparición de actividades criminales como los asesinatos o el tráfico de narcóticos, algo que alimenta aún más la corrupción política y la violencia en las sociedades hispanoamericanas. 

La historia de los países hispanos en América Latina se ha caracterizado por los numerosos pronunciamientos, guerras civiles y dictaduras de caudillos militares, los cuales tienen en común el deseo irrefrenable de permanecer a toda costa en el poder, marginando a la sociedad civil (sobre todo a las clases populares y más numerosas) de toda acción política y prosperidad económica. Es así que la historia de estos países durante el S.XIX y principios de S.XX se resumen en la ausencia de un Estado fuerte y de un proyecto nacional coherente, algo que propició la creación de élites económicas y militares que luchan entre sí por el dominio de dichas repúblicas, propiciando la intervención extrajera y desmantelando toda oportunidad de desarrollo económico, fomentando la aparición de actividades ilegales como el tráfico de narcóticos o de armas, algo que retroalimenta la situación de violencia y anarquía que se vive en estos países. Lejos de los sueños de Bolívar o San Martín, las repúblicas nacientes del derrumbamiento del Imperio no fueron más que penosos abortos que todavía no han madurado lo suficiente. 

Oligarquía y represión

Con el inicio del S.XX el movimiento obrero se extiende por toda Hispanoamérica, en especial Argentina, Cuba o Perú entre otros. El movimiento obrero, en especial el socialismo, germina en las clases populares, las cuales, ante la ingobernabilidad de sus respectivos países a casusa de la violencia y el estancamiento económico, empieza a movilizarse fuerzas políticas que marcarán a esta región durante este siglo, en especial durante la Guerra Fría (1947-1991). Uno de los primeros movimientos de carácter obrero fue el peronismo, de la mano del general argentino Juan Domingo Perón. Este movimiento, de inspiración claramente fascista, moviliza a las clases populares por medio de la colaboración entre gobierno y sindicatos para construir un Estado oligárquico y corporativista, dando una estructura y proyecto nacional, aunque pernicioso, más coherente y concreto que el resto de países. 

Por otra parte, es en Cuba donde surge claramente un proyecto nacional e histórico que adquiere forma por medio del socialismo instaurado por la Revolución Cubana (1953-1959), apoyado por la URSS y los demás países socialistas. La Cuba revolucionaria de los Castros tuvo como proyecto histórico principalmente el exportar la revolución socialistas por el resto de países hispanos (también en la Angola portuguesa) por medio de la formación de grupos guerrilleros bien organizados, cuyos éxitos se limitaron a Nicaragua y efímeramente a Perú. Con la revolución cubana el socialismo surge como alternativa política e histórica factible para los países de esta región. Esto provocó una oleada de violencia en multitud de países del entorno propiciada por las luchas entre las fuerzas revolucionarias apoyadas por Cuba y la URSS, y las élites reaccionarias económicas y militares apoyadas por Estados Unidos. 

Estas últimas instauran dictaduras militares por toda la región, estableciendo Estados corporativos y oligárquicos que tienen como objetivo mantener el orden, pero a costa de aplastar todas las libertades políticas, económicas y sociales, además de estar carcomidas por la corrupción y la presión de los intereses extranjeros. Esto se muestra en los brutales regímenes de Pinochet en Chile o Videla en Argentina, los cuales solo tenían como objetivo mantenerse en el poder y aplastar a toda oposición política. Pero no solo las dictaduras derechistas quebraron a la región, pues los movimientos de extrema izquierda como las guerrillas de Sendero Luminoso en Perú, el frente Sandinista en Nicaragua, o la FARC-EP en Colombia actuaron de una forma tan cruel y violenta que impidieron todo desarrollo económico y social en los países donde operaban. 

Los delirios de la Guerra fría provocaron aun más inestabilidad política y social en la región, algo que hacía imposible el surgimiento de los factores que favorecen el progreso y el desarrollo económico y social, como es la construcción de una industria nacional competitiva o la formación de instituciones que respalden la producción científica, tecnológica o filosófica, indispensable para construir una sociedad educada y competitiva. Este escenario de violencia y represión política fomentaron dos de los grandes problemas de la región, a saber, la corrupción y el narcotráfico, problemas que se gestaron en el S.XX, pero que tienen plena realidad en los tiempos actuales. 

Corrupción y narcotráfico 

Con el colapso del comunismo y la instauración de democracias más o menos funcionales al final del S.XX, las naciones hispanoamericanas abandonaron progresivamente el socialismo como discurso nacional (a excepción de Cuba, la cual sigue anquilosada bajo la dictadura de los Castros) y empezaron a ha adoptar discursos más occidentales, orientados al liberalismo estadounidense o la socialdemocracia europea. De hecho, algunos países progresaron notablemente como Chile, Uruguay, y en menor mediada Argentina o Panamá. No obstante, estos países tuvieron multitud de problemas estructurales que perjudicaron notablemente el progreso económico y social de sus respectivas poblaciones. Uno de estos obstáculos es la escasa diversificación económica, producida principalmente por la abundancia de materias primas como el petróleo, el gas natural o recursos agropecuarios entre otros. El otro problema crucial es el enorme tamaño del Estado en múltiples sectores, algo que se combina con la corrupción y la existencia de grandes conglomerados oligárquicos, que mediante la colaboración con el gobierno de cada nación, ha mantenido una serie de privilegios y desregularizaciones que ha socavado toda competencia, y por tanto, toda diversificación económica y riqueza. 

Muchos gobiernos izquierdistas hispanos han denunciado que la incursión de fuerzas extrajeras, en particular Estados Unidos, con la escusa de instaurar el liberalismo económico, han generado estos regímenes oligárquicos y sumido en la pobreza y el estancamiento económico. Esta acusación, a mi juicio, confunde las causas de una circunstancias con las consecuencias de esta. La injerencia de Estados Unidos, y por qué no decirlo, de China y Rusia en las economías hispanoamericanas es el resultado de la existencia de regímenes corruptos, es decir, instituciones políticas predispuestas a la injerencias extrajeras. Esto ocurre debido a que estas repúblicas existen fuertes oligarquías con grandes conexiones con los respectivos gobiernos, es decir, los altos políticos se venden al mejor postor con tal de mantenerse en el poder, sean de izquierdas o de derechas. Ejemplos notables son los escándalos de Odebrecht (2016), PDVA en Venezuela o el gobierno de Vicente Fox (2000-2006) en México entre otros. Como se ha comentado anteriormente, la corruptibilidad de las instituciones es causada por el pasado tan inestable que han tenido estos países, lo cual tiene como consecuencia la construcción de Estados enormes e ineficientes, abiertos a las influencias de gobiernos y empresas extranjeras, algo que solo produce estancamiento económico y pobreza, caldo de cultivo para discursos políticos tan nefastos como los de Bolsonaro, Morales, Chávez o los Kirchner, los cuales solo han contribuido a acentuar la miseria de la región.  

Sin embargo, una de las peores consecuencias que han sufrido estos países es el narcotráfico, algo que se debe principalmente por varios factores: la abundancia de recursos naturales para la producción de narcóticos, las numerosas rutas naturales para su transporte, Estados corruptos y cómplices que permiten estas actividades, y la existencia de un mercado demandante de alto rendimiento económico, principalmente Estados Unidos y Europa. El narcotráfico ha hecho que proliferen verdaderos señores de la guerra que actúan de forma paralela (y en muchas ocasiones con grandes conexiones) respecto a los diferentes gobiernos hispanos. El dominio de diferentes poblaciones por parte de los narcos hacen que la única ley que se rija en estas sea la violencia y el miedo, algo que impide todo progreso social y económico, condenando a sus habitantes a la miseria y la violencia. Esta situación degenera en extremos tan aberrantes como la situación actual de Venezuela con la tiranía de Nicolás Maduro (2013-2021), donde el narcotráfico ha sido absorbido por el propio Estado, siendo este último el que dirige el propio narcotráfico, algo que destruye aún más toda posibilidad de progreso social. 

Conclusiones: Hispanoamérica como problema, España y Europa como solución.

En 1921 escribe Ortega y Gasset en España invertebrada que nuestra nación debe de volver a mirar a Hispanoamérica para reencontrar su proyecto histórico-nacional. Creo que España ya encontró más o menos dicho proyecto, encarnado en la Unión Europea. Es así que en este preciso momento es el cual Hispanoamérica debe de mirar a Europa por medio de España. Estas repúblicas deberían construir una suerte de "Unión Hispanoamericana", una serie de instituciones comunes que regulen por medio de leyes y ordenanzas temas tan importantes como la moneda, la fiscalidad, la seguridad y la cultura entre otros. Estas instituciones deben tener como mentora a la Unión Europea, siendo España el ejemplo de cómo incorporar una nación a una entidad más allá de sí misma. Pero esto solo podrá lograrse si esta Unión persigue el mismo objeto que persigue la civilización europea, de la cual es hija, a saber, la Ciencia, la génesis de una comunidad científica que ilustre, ilusione e incluya a toda la población, para que, con palabras de Kant, adquieran su mayoría de edad. Hispanoamérica debe de buscar su unión teniendo como fin a Europa y medio a España, para darse conciencia y vida histórica a sí misma. Construir la patria de los hijos bajo las cenizas de la de los padres. 


La escula Austria de economía y la pseudociencia de la praxología

 Una de las escuelas de pensamiento económica que se se ha puesto de moda entre muchos políticos, ideólogos y demás difamadores es la escuel...