Introducción a ¿Qué es metafísica?
La metafísica es la raíz de toda la filosofía, siendo su tratamiento ontológico del ser su principal característica, ya que trata al ser como ente, es decir, como algo inherente a lo que es de forma determinada, una cosa rígida y aislada. Dicho tratamiento ontológico del ser es iniciado por Parménides, el fundador de la metafísica occidental, siendo el ser lo “to ont”, lo ente como real. Al cosificar el ser, se proporciona su sentido y definición mediante otro ente, cosa que desemboca en lo que Heidegger llama ontología, donde el ser de lo ente es proporcionado por ser, siendo este un ente determinado como puede ser Dios o la materia, quedando el ser cosificado y olvidado por el ente. La metafísica es la historia del ser, pero también de su olvido, pues al ontologizar el ser en el ente, el primero es olvidado y eclipsado por el segundo, relegándose a una nada de la cual nos desentendemos por ser nada. La metafísica occidental ha puesto al ser como nada oscura e inefable.
Ante este olvido del ser por
parte de la ontología, Heidegger propone abordar el problema del ser por medio
de la fenomenología, la cual hereda de su maestro Husserl. Heidegger, al igual
que su maestro, afirma que los entes son conocidos ya que se nos presentan en un horizonte accesible para nosotros. Estos se nos
presentan, no como cosas asiladas flotando en un éter platónico, sino como
objetos en relación con su entorno y con nosotros mismos, que no somos más que
el entorno mismo.
Este horizonte que permite la relación de los objetos es identificado con la conciencia por la fenomenología trascendental de Husserl, mientras que para Heidegger este horizonte no es más que el entorno en donde el ser del ente adquiere su sentido, asemejándose al raciovitalismo de Ortega y Gasset, uno es uno y su circunstancia. El sentido del ser del ente es el propósito de este en su entorno, siendo el ser la luz que ilumina dicho horizonte posibilitando el ser del ente, siendo la oscuridad de la que emerge la luz del ser la nada, es decir, la nada es el fondo al que pertenece el ser del ente en su totalidad.
Sin embargo, Heidegger se
pregunta por el sentido del ser, es decir, por el horizonte que posibilita toda
comprensión del ser en general. Para Heidegger, este sentido del ser es el
tiempo, siendo el tiempo la esencia del ser como su caducidad, como ser
destinado a la muerte, desistir la nada. Este análisis fenomenológico del
sentido del ser solo es posible en el ser del hombre, en cuanto este existe
en forma de Dasein (ser-ahí), ya que el hombre es el único ente que sabe que el
ente es, estando abierto a la luz del ser, pues su esencia es el existir, ya
que los demás entes son, pero no existen, pues existir implica estar abierto al
ser no como ente, sino como Dasein, como ser-ahí.
Es así que al preguntarnos por
qué la metafísica, debe de analizarse la pregunta esencial de esta, a saber,
por qué el ente y no la nada. Pregunta que se ha olvidado en la metafísica (o historia
del olvido del ser), pero que es la única que nos pone en camino hacia el
sentido del ser…
¿Qué es metafísica? De Martin Heidegger
Este pequeño ensayo plantea la
pregunta aparentemente simple de qué es metafísica, la cual, al analizarla con
más profundidad, se muestra que está llena de matices y significados ocultos
que llevan al límite a la condición humana, ya que, según Heidegger, hacerse
esta pregunta conlleva a preguntarse por la totalidad del ente, siendo el
hombre un ente más entre otros, por tanto, al preguntarse por la metafísica, se
pregunta por el propio hombre, es decir, la pregunta en cuestión contiene el
Dasein, el ser-ahí de aquel que pregunta, siendo por tanto la metafísica
cuestión del ser-ahí del hombre, fundamental para su propio existir.
Desde la ciencia, el hombre
tiende hacia el ente, es decir, hacia lo que es de forma aparente y limitada,
determinada y finita, el hombre investiga y busca aquello que es algo, que es
esto y aquello. Por así decirlo, la ciencia, como actividad del Dasein,
cosifica el Ser en el ser del ente. Es así que la ciencia se define en la
filosofía heideggeriana como la actitud hacia la totalidad del ente, hacia aquello
que es algo, que es esto y aquello. En esta, el Dasein se dirige a lo esencial
de todas las cosas, siendo regulada esta actividad por el entendimiento, teniendo
como base la lógica, y fundamentalmente, el principio de no-contradicción.
Siendo que el Dasein se relaciona
con lo ente o con aquello que posee entidad, lo que es en apariencia, este puede
formarse una idea abstracta de la totalidad de lo ente, siendo esta totalidad
todo aquello que es ente. Con lo anterior Heidegger se pregunta qué pasa
con la nada, es decir, con lo que no es ente.
Si tenemos el concepto anterior
de lo ente en su totalidad, afirmamos que la nada es lo opuesto al ser,
pudiendo concluir que la nada es la negación de lo ente, es decir, de aquello
que no es ente o posee entidad. Sin embargo, con el principio de no-contradicción
en mano, Heidegger afirma que es imposible preguntarse por la nada bajo este
principio, ya que al decir que la nada es lo no ente, se está diciendo que es
esto o aquello, algo imposible, pues la nada, al no ser ente alguno, no es ni
esto o aquello. Por tanto, bajo este principio supremo de la lógica, esta pregunta
es imposible, pues de la nada no puede decirse nada ya que es nada.
Sin embargo, Heidegger argumenta
que esta conclusión es en sí misma contradictoria, pues la negación es una
facultad de nuestro entendimiento que nos permite concebir el opuesto de
aquello que negamos, Por tanto, si concebimos la totalidad del ente como idea
refleja de esta totalidad, la negación de esta idea nos hace intuir, que bajo
la negación puede subyacer algo que fundamenta a la primera. Con esto Heidegger
intuye la nada como subyacente a la negación.
Es así que Heidegger afirma que
la nada es más originaria que la negación. Esta nada originaria puede definirse
como la total negación del ente en su totalidad. No obstante, la totalidad del
ente es algo que no es tan claro y conciso como un ente concreto. Según
Heidegger, la totalidad del ente, al estar en relación con el Dasein, este último
puede experimentarlo en algún que otro estado emocional, como es el aburrimiento.
En el aburrimiento extremo, es decir, aquel estado absoluto de indiferencia,
todas las cosas son reunidas en un profundo tedio sin objeto, un aburrimiento
existencial donde el ente en su totalidad es captado por el Dasein en una absoluta
indiferencia total.
Si el aburrimiento es aquel
estado emocional donde es captado el ente en su totalidad, podría pensarse en
un estado emocional análogo en el cual el Dasein capta la nada, un estado
emocional opuesto al aburrimiento sin objeto, donde lo ente en su totalidad escapa
al Dasein y lo sumerja en un estado contrario a la indiferencia total. A esto
Heidegger lo llama Angst (angustia-existencial).
El Angst es una angustia sin
objeto, un sentimiento raro y terrorífico donde el Dasein es vaciado o escapa
de todo ente, una angustia profunda por un abismo sin entidad, un miedo hacia
la nada. En este estado, el hombre es paralizado por el pavor, por una
sensación que haca sentirse extraño, pues está colocado fuera de todo ente.
Esta angustia, de origen kierkegaardiano, es el rechazo a esta falta de todo
ente, ya que el hombre, como Dasein, siempre tiende al ser del ente, a aquello
con lo que está familiarizado, sintiéndose extraño y angustiado ante la nada,
ante la ausencia de todo ente.
Es por ello que este sentimiento
es un rechazo, un retirarse ante el abismo, ante el escape de toda entidad. En
la angustia, la nada no aniquila al ente en su totalidad, sino que se presenta
como perteneciente a este, escapándose todo ente ante la nada. Es así que
Heidegger afirma que la esencia de la nada es el desistimiento, pero no como
aniquilación del ente, sino que la nada desiste en la angustia por el rechazo
que produce en el Dasein, un rechazo a lo ente en su totalidad.
A partir de este rechazo
a la nada es como el Dasein se orienta hacia lo ente, hacia el ser determinado, ya
que, al captarse la nada, no como aniquilación, sino como parte y fondo de lo
ente, el Dasein desespera y se gira hacia el ente, por tanto, se afirma que el
Dasein es el ser-ahí del hombre inmerso en la nada. Por tanto, puede decirse
que lo ente está inmerso en la nada, siendo esta aquello que hace que surja el
ente en el Dasein, pues esta nada pertenece al propio ente. En el acto de
captar la nada, es donde se produce la trascendencia del ente en su totalidad
por parte del Dasein, pues este escapa al último. Es por ello que la nada forma
parte de la esencia del Ser, pues es en el ser del ente en el cual se manifiesta el
desistir de la nada.
Durante todo la historia de la
metafísica occidental se ha considerado al ser como concreto, como ente
determinado, siendo la nada lo opuesto al todo lo ente, el no ser, de cual no
puede decirse nada por ser nada. Sin embargo, al ser la nada el sostén o reposo
del ser del ente, tal y como se muestra en el Angst, el ser se halla inmerso en
la nada, suspendido en esta, como ser del ente para el Dasein, siendo la nada
pare de lo ente como el fondo o abismo del que surge. Con esto Heidegger se
aproxima a la metafísica oriental, la cual, tras depurarla de todo misticismo
religioso, se basa en la indeterminación del Ser, idéntico a la Nada, como
principio universal del cual todo brota.
No obstante, Heidegger habla del Ser
y la Nada desde el Dasein, desde la existencia humana, la cual, al estar
inmersa en la nada, transciende la totalidad del ente, es decir, la condición
humana como Dasein es metafísica, ser-ahí inmerso en la nada que tiende al ser
del ente. Es por ello que Heidegger identifica la metafísica con el Dasein,
siendo la pregunta fundamental de esta: ¿por qué el ente y no más bien la nada?
Epílogo a ¿Qué es metafísica?
Este texto supone una serie de aclaraciones
por parte de Heidegger a su ensayo anterior. Este comienza por aclarar que su
concepción del Ser como inmerso en la Nada no debe de confundirse con una filosofía
de la nada o nihilismo, ya que la interpretación heideggeriana no es el afirmar
que, al venir todo del nada y ser la nada algo nulo, todo es nada, cosa que Heidegger
identifica, al igual que Vattimo, con el nihilismo consumado y la muerte de
toda metafísica.
A su vez, tampoco debe de
interpretarse que la angustia sea el sentimiento principal, siendo esto una
filosofía de la angustia, la que profesaba Kierkegaard, una filosofía de
cobardes y depresivos.
Por último, tampoco es una mera
filosofía de lo meramente sentimental que atenta contra la lógica del entendimiento.
Estas erróneas interpretaciones, propias del existencialismo francés, descansan
en considerar a la nada como algo nulo, lo cual no pretende Heidegger con su
análisis de la Metafísica, sino que la nada es aquello de lo cual emerge el ser y lo
ente. La tradición del pensamiento occidental ha considerado al ser como
equivalente al ente, o como característica intrínseca de lo ente, ya que el
Dasein tiende a lo ente, sobre todo en el proceder científico, el cual busca
lo ente objetivable y, sobre todo, calculable.
Sin embargo, para Heidegger el
ente y el ser son cosas diferentes, siendo el ser lo enteramente otro del ente,
lo no-ente, es decir, la esencia del ser se corresponde con la propia nada.
Esta nada, al estar presente en lo ente, se nos muestra como el ser que siempre
acompaña a todo lo ente. La esencia del ser nos destina a la nada y nos conduce
a la angustia (Angst), siendo la esencia de su ser la caducidad frente a la
nada, es decir, el tiempo.
El Ser es el claro inmerso en la
noche de la Nada, donde todo ente es capaz de retornar a aquello que es y es
capaz de ser, siendo para el pensamiento occidental como aquello que hay que
pensar y que sin embargo ha quedado en el olvido. Pero el ser no es ningún producto
de pensar, sino que lo antecede, pues al contrario que el pensar, el ser es lo
subyacente, lo materialmente disponible y existente, tal y como expresa en la
parte final de su conferencia Introducción a la Metafísica.
La metafísica
occidental ha estado supeditada a lo lógico, la cual, según Heidegger, es solo
una forma de pensar el ser y el ente provista por los griegos, es decir, el
logos, el ser es objetivado en la rigidez de lo ente, quedando el ser
olvidado por la metafísica occidental.
“Uno de los lugares esenciales
de la ausencia de lenguaje es la angustia, en el sentido de ese espanto al que
destina al hombre el abismo de la nada. La nada, como lo otro de lo ente, es el
velo del ser. En el ser ya se ha consumado en el inicio todo destino de lo ente”
(Heidegger, 1943).
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