viernes, 12 de febrero de 2021

El Deísmo de Denis Diderot

 La filosofía de Diderot es arto conocida por su colosal trabajo en la Enciclopedia y en su defensa, junto con otros ilustrados como Voltaire o Montesquieu, de la Razón luminosa frente al obscurantismo supersticioso de la Religión. No obstante, su filosofía sobre Dios y la materia no es tan conocida al público profano, relegando su figura a un ilustrado francés más. Su trabajo en el campo de la ciencia y la estética es inmenso, siendo el padre intelectual de grandes colosos intelectuales de todos los campos, como Kant, Lessig, Goethe, Schiller o Marx entre otros , además de influenciar a monarcas ilustrados como Federico el Grande o Catalina de Rusia.

Uno de los puntos más interesantes de la filosofía racionalista de Diderot es su concepción de Dios, la cual rompe con la tradición teísta propia del cristianismo. Diderot, al igual que Spinoza, rechaza la religión revelada por Cristo (Moisés en el caso de Spinoza) como oscura, supersticiosa y decadente. No obstante, mientras que Spinoza se decanta por una posición panteísta racionalista, Diderot se decanta por una defensa del deísmo, a saber, la postura que afirma la existencia de un Ser Superior, Dios, que crea todo aquello que existe, dándole forma a partir de las leyes naturales que impone a la materia (Newton). 

Este Ser Supremo se desentiende de los individuos particulares, siendo Dios solo accesible al hombre por medio de la Razón, ya que este último ve e la Naturaleza y en sus leyes manifestación de la creación de Dios, un "diseño inteligente" (como Linneo) puramente materialista y racionalista. De hecho, Diderot en algunos de sus escritos, se aproxima a un ateísmo racionalista, muy parecido a la concepción materialista del mundo defendida por Laplace, el cual, ante Napoleón, argumento que Dios es una hipótesis innecesaria. 

Sus estudios filosóficos sobre Dios comienza con una crítica a la concepción de las pasiones que procesa el teísmo supersticioso, a saber, que estas son nocivas y corruptas para el propio hombre, enfureciendo al Dios personal que alaban. Este Dios personal se muestra en ocasiones coléricos y vengativo, mientras que en otras ocasiones se muestra complaciente y servicial. Tal es la irracionalidad que ve Diderot en esta concepción de Dios, la cual también vio Spinoza, que llega a declarar que cualquier persona sensata espera a que este Dios no existiera en realidad. 

Diderot, imbuido en la luminosidad y el naturalismo propio de la Ilustración, argumenta que las pasiones son buenas, ya que son parte de la naturaleza del hombre. A raíz de esto, Diderot ve como algo nocivo la superstición y el ahínco que tiene el teísmo por la supresión de estas pasiones, convirtiendo a los hombres en seres dolientes y tristes, incapaces de propulsarse con sus grandes pasiones hacia grandes cosas (Nietzsche). 

En defensa de las pasiones como parte de la naturaleza humana ya es formulada por Spinoza, el cual argumenta que las pasiones son afectos naturales de los atributos del hombre, a saber, pensamiento y extensión). Diderot declara que existe un sentimiento natural inclinando a la religión, siendo esta previa y contraria a la suerte histórica de cada una de sus sectas (religiones reveladas). Es así que la religión natural es inherente al hombre, y esta no es más que una inclinación innata a afirmar la existencia de un Ser Supremo, Dios, el cual crea el Mundo y pone orden en esta por medio de las Leyes Naturales que lo rigen. 

Para Diderot, el ateísmo es producto de la razón humana, quizá errado, pero mucho más coherente, racional y digno que la superstición, pues el Dios colérico-amable de la Biblia (o de cualquier texto "sagrado") es un ser de pleno poder, pero impotente debido a las pasiones que aquejan. Es así que Diderot, con el objetivo de defender la existencia de Dios frente al ateísmo, decide ponerse a su nivel, exigiendo la misma racionalidad y sensatez que la que puede profesar el ateísmo. 

Para ello, Diderot recurre al deísmo, postura que argumenta la existencia de Dios como Ser Supremo creador y regulador, pero que es indiferente a su propia creación y creada, siendo un ente racional y lógico, el cual solo es accesible al hombre por medio de la razón y no la plegaria. El deísmo es la única postura que afirma la existencia de Dios con la suficiente racionalidad como para enfrentarse al ateísmo. Este deísmo critica la posición de algunos intelectuales, como Pascal, el cual Diderot lamenta que, a pesar de su brillantez, esté tan entregado al oscurantismo de la fe, contrario a la razón, principio fundamental del ser humano en búsqueda de la verdad. Este deísmo materialista se confirmaría en la Naturaleza, pues en ella se ve la firma de su Creador, debido a la complejidad y precisión de sus estructuras (como la membrana celular) o de sus mecanismos (como la fotosíntesis), que da indicios de un "diseño inteligente" (incluida la propia evolución como afirma la actual Iglesia Católica). 

Diderot plantea una crítica en dos frentes. Por un lado, a los argumentos metafísicos y morales que dan los que afirman la existencia de Dios, como Descartes, pues Diderot encontrará en la Naturaleza y en sus leyes demostradas al hombre por medio de las ciencias naturales, razones más poderosas que los laberintos que platea la metafísica tradicional. Es en la obra de Newton y no en la de Tomás de Aquino o Descartes donde Diderot encuentra las pruebas de la existencia de Dios, pues la complejidad que muestra el ala de una mariposa desvela el sello de un diseño inteligente dado por un Ser Supremo. 

Diderot plantea una concepción de Dios naturalista, donde su existencia no se muestra en razonamientos metafísicos, sino en los fenómenos de la Naturaleza y las leyes que la gobiernan. Critica los argumentos que están basados en la imposibilidad del azar como explicación del Mundo, pues según el cálculo probabilístico, la dificultad de la formación del Mundo por azar queda compensada por la cantidad de posibilidades de combinación, que son infinitas, cosa que recuerda ligeramente al eterno retorno de Nietzsche, siendo que en un tiempo infinito y una materia finita, todas las posibilidades serán repetidas eternamente. Por otra parte, Diderot critica el ateísmo, clasificando a los ateos e tres tipos: verdaderos ateos, niegan a Dios, escépticos, que no se deciden (agnósticos), y fanfarrones, que creen en Dios por conveniencia personal. 

La refutación del ateísmo es igual a la del teísmo supersticioso, a saber, los hechos naturales como las articulaciones de los insectos, la musculatura de un equino o la órbitas de los astros muestran una predisposición racional, guiado por una serie de leyes y principios de los cuales el hombre puede expresar por medio de las matemáticas. Diderot plantea que la existencia de Dios se confirma por el mecanismo del Universo, el cual solo puede ser formado por un Ser Supremo creador. 

Por tanto, Diderot encuentra a Dios no en las condiciones generales, como intenta, de forma infructuosa, la metafísica tradicional, sino en la Naturaleza, en sus procesos y mecanismo. En oposición de Diderot, al igual que Kant, la ontología ha producido escépticos, mientras que el conocimiento natural ha producido grandes deístas y científicos, como Newton o Malpighi. Es en la Naturaleza concreta y no en las condiciones generales de esta (metafísica) donde se encuentra a Dios (deísmo). El escéptico auténtico es aquel filósofo que duda de las razones que le da su entendimiento, y de los datos que le dan sus sentidos, siendo este escepticismo al igual que en Descartes, el primer paso a la verdad. 

*Aquel que muere por un culto falso sabiendo que es falso es un loco. Aquel que muere por culto falso, pero creyendo que es verdadero, es un fanático. Mientras que el que muere por la verdad demostrada de un culto que es verdadero es el verdadero mártir, el cual espera la muerte, no como el temerario que la busca (Diderot, Pensamientos Filosóficos). 

La revelación divina es descartada por Diderot, pues solo la razón es el único método válido para acceder a la verdad de un hecho, siendo la existencia de Dios accesible solo a esta razón. Ya de la verdad de cualquier hecho solo es accesible a la Razón (y complementada por los sentidos) todas las fábulas y dogmas de la Iglesia deben de ser examinados, y consecuentemente, descartados por la Razón, pues su verdad no se fundamenta en razones contrastables, sino en autoridades fanáticas que, a ser dadas por alguien que defiende lo falso como verdadero a capa y espada, no puede ser fuerte alguna de conocimiento, sino fábulas y delirios. 

Tal es la crítica que hace Diderot a las doctrinas eclesiásticas que se atreve a afirmar que los textos Bíblicos y sus protagonistas, desde una postura literaria y filosófica, son bastante inferiores en contenido, forma y veracidad a los textos de la tradición grecolatina, siendo Tito Livio o Cicerón superiores a Moisés o Pablo de Tarso. Esta crítica a los textos bíblicos ya fue realizada de forma mucho más exhaustiva por Spinoza, la cual queda reflejada en su Tratado Teológico-Político. Tal es la confianza de Diderot en la Razón, que si esta entra en conflicto con los sentidos, uno estará más cerca de la verdad si se queda con la razón. Es así que Diderot se presenta como uno de los más grandes ilustrados, defendiendo un racionalismo naturalista antimetafísico, muy cercano al materialismo mecanicista, aunque aún con la hipótesis de Dios, deísta y parecida al Demiurgo platónico. El ejemplo, los prodigios y la autoridad pueden hacer ingenuos o hipócritas. Solo la razón hace verdaderos creyentes (Diderot, Pensamiento Filosóficos). 

La verdad de un culto o religión no se determina por la inteligencia de sus sacerdotes (autoridad), pues si no la religión egipcia, que es de las más absurdas, nos sería verdadera debido a la inteligencia de sus sacerdotes. Diderot acepta la religión cristiana como razonable, no por su verdad, sino por el peso de sus argumentos frente a las otras religiones. No obstante, Diderot encuentra grandes dificultades para la Razón en el seno del cristianismo, como el dogma de la Santa Trinidad, quedando estas como no demostradas. Es así que los escritos de Diderot son una defensa del escepticismo como paso inicial al conocimiento, del naturalismo mecanicista, del deísmo, y en definitiva, de la supremacía de la Razón frente la superstición de la religión (Sapere Aude). 

En sus escritos póstumos, Diderot tomaría postura mucho más radical, atacando transparentemente a todas las religiones, en especial el cristianismo. Diderot, al igual que Pascal, declara que la razón y la fe son incompatible; pero, al contrario que Pascal, declara a la razón como don celestial del hombre siendo la fe un conocimiento siendo la fe un conocimiento secundario, oscuro y falso. Tal es la crítica a la fe que hace Diderot que dice lo siguiente: A ir por un bosque oscuro con una lámpara, un individuo sal de las sombras y dice que apagues la luz para ver mejor el camino. La luz es la razón y este hombre que dice que la apagues es un teólogo (Diderot, Pensamientos Filosóficos). 

Es especialmente interesante la crítica tan sutil y elegante que haca a la doctrina de la Trinidad, siendo que las personas divinas que la conforman pueden ser accidentes o sustancias. Si son la primera, los cristianos son deístas, si es la segunda, son politeístas. De hecho, Diderot se permite el hacer un símil entre el paganismo y el cristianismo, siendo que la doctrina trinitaria es heredara de Platón, al igual que la identificación de Dios con el Verbo, que para el platonismo es el Logos. Todos las religiones son deístas heréticas. El Dios teísta es impotente debido a su cólera y venganza, tanto, que Dios Padre castiga , mientras que Cristo, Dios Hijo, perdona. Tales son sus contradicciones, que teólogos como Pascal dicen que el castigo eterno de los pecados son realidades que van más allá de la razón. Entonces, ¿Cómo se puede rechazar al blasfemo y al hereje si el contenido de sus juicios va más allá de razón? 

Es tal la irracionalidad del cristianismo que Diderot define como el dogmatismo más radical, o como el pirronismo más radical, ya que, a su juicio, tiene dos conceptos distintos de bondad y maldad, de verdad y mentira, cosa que es absurda o puro relativismo. Los milagros son fabulaciones inventadas por sacerdotes y profetas con el objetivo de alimentas los odios y tinieblas del pueblo inculto, creando fanáticos y devotos. Tal es el desprecio de Diderot por el cristianismo, que afirma que el verdadero milagro no es la resurrección de Cristo, sino que el pueblo judío no haya seguido sus enseñanzas o que Kierkegaard, desde una postura fideísta contraria a Diderot, llamará escándalo. 

Crítica a Diderot 

A pesar de ser elegante y muy refinado, la filosofía de Diderot no esta extensa de errores, en espacial su concepción de Dios y la Razón. En primer lugar, el deísmo de Diderot presenta dificultades, pues no explica los eventos aleatorios ni el azar, pues si estos están en el plan de Dios, no explica los eventos aleatorias ni el azar, pues si estos están en el plan de Dios, no pueden ser aleatorios. A su vez, el argumento naturalista del "diseño inteligente" es muy criticable, pues los mecanismos de la selección natural explica con mayor parsimonia y contraste empírico la complejidad de las estructuras animales y vegetales que la creación de un Ser Divino.

A esta crítica al naturalismo metafísica, se le añade la crítica kantiana. El conocimiento de Dios no es posible debido a que va más allá de la experiencia, y el pretender unir los fenómenos naturales con la presencia de Dios es un uso ilícito de la categoría solo es válida para el conocimiento experiencial, y Dios esta fuera de la experiencia. Esto conecta con su concepción de la Razón, la cual es típica en los filósofos de la Modernidad. 

Según Diderot, la Razón es la cualidad humana que acerca al hombre a la Divinidad, siendo capaz de acceder a las verdaderas últimos, como la existencia de Dios. Este optimismo de la Razón cae por su propio peso, debido a dos factores: el primero es el epistemológico, siendo Kant su abanderado, ya que la Razón, según el pensador prusiano, está determinada por última instancia a los fenómenos dados por la experiencia, los cuales son ordenados por la estructuras de nuestro entendimiento, primero por el tiempo y el espacio, formas a priori de la intuición sensible, y luego por los juicios y categorías del entendimiento. Por tanto, la Razón está limitada por sí misma y por la experiencia, siendo todo aquello que esté fuera de la experiencia una "cosa en sí" (noúmeno), como Dios, el Universos en su totalidad y el Alma humana, de los cuales, debido a su naturaleza, están fuera de todo conocimiento lógico y/o empírico. 

La segunda crítica a la Razón es la ética, expuestas por Adorno y Horkheimer en su ensayo Dialéctica de la Ilustración, además de posmodernos, como Lyotard o Vattimo. Si la razón es puesta como forma de conocimiento universal, el hombre se convierte en objeto de razón, cosificándose y alienándose su propio humanidad. Esto llega a que, en pos de la Razón, se pueda llegar a actos horribles como la eugenesia forzada, la ingeniería social soviética y nazi, o limpiezas étnicas en masa, llegando, tal y como dijo Ernesto Sábato, a la tiranización del hombre y la naturaleza por parte de la técnica. El hombre se llega a convertir en esclavo de sus propios ídolos. 





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