jueves, 17 de marzo de 2022

La OTAN: escudo y espada de Occidente

 Las relaciones internacionales son uno de los temas más complejos de tratar desde las ciencias sociales, la historia y la filosofía. Estas suponen la interacción de grandes sistemas dinámicos que se interrelacionan entre mediante lazos económicos, históricos, científicos y culturales. Estas relaciones tienen como unidades básicas a los Estados, entidades soberanas que representa un cuerpo político y económico integrado. Dichos elementos establecen dinámicas constructivas y destructivas entre sí con el fin de garantizar su propia existencia. 

Sin embargo, la globalización y la deslocalización económica ha provocado que los Estados estén cada vez más conectados entre sí, difuminándose su propia soberanía. Es así que las relaciones internacionales deben de tratarse desde muchas perspectivas y ángulos diferentes para comprender su naturaleza y esencia. La OTAN es un buen ejemplo del carácter multisistémico y multipolar de las relaciones internacionales y de cómo estas están determinando los numerosos conflictos económicos y militares, desde la guerra que asola el territorio ucraniano, hasta la devastadora guerra comercial que vivimos en Europa entre dos grandes potencias, Estados Unidos y China. 

Hobbes y el mundo multipolar 

La escuela neorrealista de las relaciones internacionales entiende que los Estados son núcleos de poder que interactúan de forma anárquica, es decir, sin ninguna institución o entidad que regule sus interacciones, basándose estas en juegos de poder y fuerza uno sobre otros. Cosas como el derecho internacional o la Organización de las Naciones Unidas (ONU) son instituciones jurídicas sin poder fáctico sobre los Estados y las alianzas que conforman y disuelven estos. Esta doctrina, la cual es muy popular en los tiempos que corren, tiene sus orígenes en la filosofía política de la Antigua Grecia, pero adquiere madurez con la obra de Thomas Hobbes. Para el monárquico inglés, las relaciones que establecen los Estados entre sí son muy similares a las que llevan a cabo los hombres en el "el estado de naturaleza". En esta situación, los Estados no están limitados por ninguna ley o institución superior, sino que impera la ley del más fuerte. Es por ello que, desde la perspectiva de Hobbes y los realistas, los Estados forman alianzas entre si con el objetivo de salvar sus intereses y enfrentarse a enemigos concretos, siendo el poder fáctico el que triunfa sobre las leyes. 

Este enfoque presupone que los Estados se mueven por medio de correas de poder y contrapoder, es decir, si un Estado establece una relación determinada con otro Estado, sea destructiva (guerra) o constructiva (comercio), es con el objetivo de mantener su cuota de influencia y seguridad en el entramado internacional. Este es el caso de las monarquías europeas durante la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) que, lejos de ser una guerra de religión y liberación para muchos, fue una guerra que se centraba en dos bandos, el bando austro-español, que pretendía mantener la supremacía de la dinastía Habsburgo, y el bando francoalemán, que pretendía crear un nuevo orden europeo que desplazara a esta y pusiera a Francia en el centro del poder político y miliar de Europa. 

Las relaciones comerciales y culturales también son explicadas por este paradigma como una serie de interrelaciones dialécticas que hace que los Estados formen y rompan estas alianzas en función del contexto histórico en el que se vea involucrados. Gran Bretaña ha hecho y desecho tratados comerciales con un sin fin de naciones y Estados. Desde el enfoque neorrealista la política internacional es una enorme y basta red descentralizada de influencias de poder, en la que las potencias de segunda y tercera fila orbitan alrededor de una superpotencia para poder subsistir en el "estado de naturaleza estatal", en el que cada Estado es un lobo para otro Estado.  

Alguien quien entendió este enfoque fue Otto Von Bismark, el canciller de hierro, el cual se esforzó titánicamente para establecer una serie de tratados bilaterales entre el Imperio Alemán y otras potencias europeas del S.XIX para evitar la formación de bandos enemistados y asilar a Francia, el gran rival del II Reich. Para ello, Bismark estableció una serie de tratados bilaterales entre grandes potencias como Gran Bretaña, el Imperio Ruso o Austro-Hungría, con el objetivo de establecer contrapuntos para evitar un conflicto global en el que el Imperio Alemán estaría asolado por dos frentes, el francés y el ruso. Este sistema, llamado tratados bismarkianos, se disolvió con la caída en desgracia del propio Bismark, concentrándose las redes de poder en dos puntos concretos, la Entente, formada por Reino Unido, Francia, Italia, el Imperio Ruso y Estados Unidos; y las potencias centrales, teniendo al Imperio Alemán, Austro-Hungría, el Imperio Otomano y otras potencias menores como Bulgaria, estallando esta dinámica polar con la Primera Guerra Mundial (1914-1918)

La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) fue una concentración de poderes muy similar a la primera, pero con otros actores. El Tercer Reich entendía la política exterior desde una postura brutalmente realista. Para los nazis, el derecho de conquista era el único derecho internacional que seguían, justificando sus acciones por un tema de "seguridad y superioridad racial", que hacía que Alemania dispusiera del resto de naciones conquistadas y "aliadas" como feudos de explotación propia. Este conflicto es visto por el neorrealismo como una lucha entre grandes poderes concentrados en los Aliados y las potencias del Eje. 

Con la destrucción de estas últimas, los Aliados dejan de tener sentido como alianza política y miliar, separándose de nuevo en dos grandes polos de poder, a saber, el bloque occidental, articulado por Estados Unidos, y el bloque socialista, en el que la URSS representaba el eje de poder por el cual rotaban sus respectivos satélites asociados. Es en este punto en el cual surge la Organización del Tratado del Atlántico Norte, la OTAN. Esta es una alianza militar que asocia a Estados Unidos con un conjunto de países europeos, Turquía y Canadá en una estructura militar unificada con el objetivo de hacer frente a la influencia de la Unión Soviética (la cual creó el Pacto de Varsovia como contrapunto). La OTAN surge ante la necesidad de formar un frente unido contra el comunismo y mantener a los países miembros en la órbita estadounidense, proveyendo apoyo logístico, económico y militar a pequeños Estados y países que, ante la ausencia de esta alianza, estarían a merced de los intereses expansionistas de otras potencias, como es el caso de la Repúblicas Bálticas frente a Rusia.  

El mundo actual, desde este enfoque, es un plano irregular, en el que existen varios centros de poder representados por grandes Estados como Estados Unidos, Rusia o China, a las cuales se le asocian una serie de potencias de segundo orden que se afilian entre sí debido a una serie de de intereses y factores histórico-culturales. La OTAN sería una red de poder en la cual una serie de países europeos, Turquía y Canadá, orbitan alrededor de Estados Unidos. Este último sería el eje de poder de la alianza, articulando el mando militar y económico del resto de integrantes para hacer frente a los desafíos que plantean potencias rivales como Rusia y China. 

Sin embargo, a pesar de que este enfoque puede explicar satisfactoriamente muchísimos fenómenos políticos y sociales, no se ajusta bien a explicar el funcionamiento interno de grandes alianzas supraestatales como la OTAN o la Unión Europea. En el caso de la Alianza, esta no es una mera asociación informal entre Estados, ni una almágana descentralizada, a la manera de un rizoma, de relaciones bilaterales entre países occidentales, sino una estructura con un grado mínimo de centralización, con una serie de normas y artículos vinculantes que obliga a los países miembros a una serie de compromisos muy bien estipulados, algo que este enfoque no puede terminar de explicar satisfactoriamente.   

Kant y el derecho internacional 

Desde que existen Estados, estos han intentado establecer una serie de normas y reglas para tratar sus relaciones comerciales y militares. Ya en la Antigua Grecia las polis tenían una serie de normas para hacer la guerra, como respetar ciertas treguas, como los juegos olímpicos o algunas fiestas anuales. En el Imperio Romano, ya se tenían algunos esbozos que apuntaban al derecho internacional, pero es con el colapso de este y el auge del feudalismo europeo con el que surge propiamente el derecho internacional. 

La primera gran institución internacional que surge con la caída de Roma es la Iglesia, teniendo su centro de poder en el papado. Este intentó establecer una serie de normas básicas de comportamiento para los diferentes reinos y principados que conformaban la cristiandad, siendo todos ellos subordinados al poder central de la Santa Sede. Es así que el Papa actuaba (o pretendía actuar) como un poder central que regula los conflictos y relaciones comerciales entre los reinos cristianos, cosechando su mayor éxito al unir en una misma fuerza a diversos señores feudales para luchar contra el Islam en forma de Cruzadas, recuperando brevemente Jerusalén, justificando la reconquista de la Península Ibérica y la cristianización forzosa de los pueblos bálticos. La visión del papado como una monarquía universal y divina de la cual emana un derecho común para todas las naciones se encaran en la obra de grandes papas como Gregorio I o Urbano II. No obstante, la degeneración política y moral de la Iglesia, y en especial de la Santa Sede, provocó el descredito de esta como institución de derecho universal, desligándose los diversos reinos cristianos de la supremacía papal, quedando este último relegado ser un señor feudal más de la Italia central. 

Ante el fracaso de la Santa Sede como regidor de derecho universal, algunos intelectuales de finales de la Edad Media buscaron en otros actores el garante de derecho. El extraordinario poeta y político Dante Alighieri ve en la figura del Emperador del Sacro Imperio como la fuente de todo el derecho temporal, siendo un símil del poder de Dios (representado por el Papa) en la tierra. En su poco conocida obra De Monarchia, Dante defiende la supremacía de un único señor, en este caso el Emperador, sobre el resto de soberanos, detentando el poder único para establecer un derecho universal que garantice la paz y la concordia. Lejos de las aspiraciones de Dante, el Emperador cayó en la más absoluta impotencia, no pudiendo unificar jurídicamente ni sus propios dominios. 

Con el auge de la Edad Moderna y la secularización del pensamiento jurídico y político, varios grandes pensadores intentaron dar una base intelectual a la regulación de las relaciones interestatales de la época. Este es el caso de John Locke, el cual, en su Segundo ensayo sobre el Gobierno Civil (1689), trata sobre lo que él llama "poder federativo". Este consiste en un poder diferenciado del poder legislativo y el ejecutivo que tiene por potestad establecer relaciones internacionales de todos los tipos, desde tratados comerciales, hasta iniciar y finalizar conflictos. Esto supone un avance frente al absolutismo de Hobbes, pues las relaciones internacionales ya no están supeditadas a la voluntad de monarcas absolutos, sino a las deliberaciones de poderes constitucionales que pueden ser democráticos (Estados Unidos) o aristocráticos (la Inglaterra de Locke). 

El pensamiento secularizado de la política internacional entiende que al igual que las personas avanzan progresivamente a formas cada vez más civilizadas de relacionarse hasta conformar una constitución política en forma de Estado racional, los Estados deben de civilizarse más en su forma de relacionarse para poder constituir un derecho internacional que regule la guerra y el comercio de forma universal. 

El derecho internacional tiene sus fuentes en dos hechos. Por un lado, en los constantes tratados y conferencias de paz que se desarrollan en la Europa moderna, por los cuales empieza a regularse la forma de hacer la guerra y de comerciar; mientras que por el otro lado encuentra sus fundamentos teóricos en las ideas de la Ilustración. Autores como Voltaire, Montesquieu o Rousseau recogieron el liberalismo anglosajón de Locke y Hume, con el racionalismo científico de Descartes, Newton o Leibniz para constituir un derecho universal que gobierne a todas las naciones hacia la luz del progreso y la civilización. El mayor de estos intentos lo encontramos en la obra del filósofo e ilustrado alemán Immanuel Kant, el cual, influenciado por el espíritu de la Ilustración, elabora un ensayo en forma de tratado de paz que garantice un derecho universal que gobierne a todas las naciones, con el objetivo de abolir la propia guerra. Dicho ensayo no es más que su breve pero genial  Sobre la paz perpetua (1795). 

 Kant reflexiona sobre la posibilidad de abolir la guerra mediante la unificación de todas las naciones en un Estado federal republicano, en el que cada nación esté subordinada a una jurisdicción común, la cual haga imposible la guerra, ya que todos las naciones sería parte del mismo Estado, quedando la defensa y la milicia supeditada a un poder superior a todo Estado miembro. Kant pretende aproximar a la sociedad a una paz perpetua, un estadio en el cual las diferentes naciones resolverían sus conflictos mediante conferencias y resoluciones conjuntas, y no por medio de las armas. Con ello, Kant garantiza la supremacía de la razón, el progreso y la civilización frente a la barbarie, afirmando lo siguiente:  Buscad ante todo acercaros al ideal de la razón práctica y a su justicia; el fin que os proponéis –la paz perpetua– se os dará por añadidura (Kant, Sobre la paz perpetua, 1795 Apéndice I). 

A pesar de que Kant nunca vio su Estado federal universal materializado, las grandes potencias establecieron una serie de acuerdos y resoluciones con el objetivo de mantener la actividad bélica "dentro de unos límites civilizados". Es así como surgen los Convenios de Ginebra (1864-1949), los cuales regulan la utilización de determinados tipos de armamento, prohibiendo algunos, limitando otros, con el objetivo de hacer los conflictos más "humanitarios". No obstante, la primera institución supranacional que intenta implementar el derecho internacional es la Sociedad de Naciones, la cual no consigue prosperar debido a la hostilidad internacional del periodo de entreguerras. La Organización de las Naciones Unidas pretender ser la manifestación de la paz perpetua kantiana. La ONU es una institución supranacional que pretende controlar los conflictos internacionales y evitar las guerras abiertas entre países. El problema de esta institución es que la mayoría de sus resoluciones no son unánimes ni vinculantes, además de que las cinco potencias vencedoras tienen derecho a veto (Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido) algo que limita hasta la impotencia el carácter ejecutivo de la organización. 

Bajo esta óptica kantiana de las relaciones internacionales, la OTAN se muestra como una constitución supraestatal de carácter político y militar, que integra a sus miembros en un mando único y en una serie de compromisos y objetivos comunes. La OTAN no es una mera alianza de poderes y contrapoderes, sino que es todo un entramado jurídico-administrativo que garantiza la defensa externa de sus miembros y el orden en sus fronteras internas. Gracias a la OTAN, tanto la Unión Soviética como la nueva Rusia Imperial de Putin han tenido una muro de contención en Europa frente al expansionismo agresivo del gigante eslavo. Además, la OTAN ha garantizado el orden interno en el continente europeo, haciendo que las países del entorno, antaño enemigos, cooperen conjuntamente frente a enemigos y objetivos comunes, evitando conflictos entre sus miembros más problemáticos, como Grecia y Turquía, o Rumanía y Hungría entre otros. Aunque la OTAN está lejos de ser el baluarte del derecho internacional, si que ha podido formar mediante su uso práctico un espacio de seguridad occidental frente al imperialismo ruso y los conflictos intestinos de los países europeos, fomentando a su vez el progreso económico y cultural que hace que Occidente sea infinitamente superior en cuanto a libertades políticas frente a sus rivales asiáticos.  

  Europa y la OTAN 

Europa se enfrenta a una crisis de seguridad militar y económica sin precedentes. Durante años los países europeos se han relajado por estar bajo el paraguas militar de Estados Unidos y por la impotencia de la Federación Rusa tras la desintegración de la Unión Soviética en 1991, algo que ha llevado a que los países de la Alianza no hayan cumplido los compromisos de gasto de defensa y seguridad colectiva, relegándose al papel de mero apéndice de la maquinaria militar americana. La presidencia de Donald Trump (2017-2021) y su política aislacionista ha dejado enormes vacíos de poder que están siendo rellenados por Rusia y China. Tal fue el grado de irresponsabilidad militar y política del gabinete Trump que la OTAN pudo haberse desintegrado en 2018. Ucrania no es un problema para Rusia y la OTAN por su modelo político o por su naturaleza histórica fronteriza. Eso son cuentos que cantan sin parar los todólogos de la televisión. Ucrania es un punto estratégico militar tanto para Rusia como para la OTAN, y si Europa quiere garantizar su seguridad, debe de tomarse enserio la OTAN y dejarse de eslóganes idealistas. Europa necesita generales y tecnócratas, no pacifistas privilegiados.  

Durante el periodo de supremacía estadounidense, la superpotencia americana era el líder incuestionable del mundo. No obstante, Estados Unidos no ha adoptado las responsabilidades que conlleva este papel de árbitro del mundo, perdiendo imagen y credibilidad por todo el globo. Es por ello que países como Rusia y China están tomando políticas exteriores mucho más agresivas, hasta tal punto que Rusia ha podido invadir a gran escala un país como Ucrania ante la propia frontera de la OTAN. Europa ha pospuesto demasiado tiempo sus responsabilidades frente a los compromisos de la OTAN, algo que, unido a la crisis de poderío e identidad que sufre Estados Unidos, hace que otros Estados como Rusia y China ocupen los vacíos de poder que deja Occidente. Europa, ante el expansionismo ruso, debe de militarizarse y afrontar sus responsabilidades para que el mundo se parezca más a la paz de Kant que la barbarie de Hobbes.  







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