Uno de los grandes fracasos de la política exterior occidental, y en particular la de España, es el conflicto saharaui. Las fricciones entre el nacionalismo saharaui y el expansionismo marroquí es una de los problemas internacionales que ha empañado la escasa influencia que tiene España a nivel internacional. Este conflicto supone un serio obstáculo para la seguridad de la zona, tanto para Marruecos, Argelia, España, como para el propio pueblo saharaui.
La cuestión nacional de este último ha sido utilizada por varios agentes políticos para defender sus intereses militares y económicos, siendo Argelia la principal potencia que apoya a este remoto territorio contra la ocupación marroquí. España siempre ha tenido un perfil bajo y principalmente neutral en dicho conflicto, haciendo que sus relaciones con Marruecos hayan tenido altibajos. Sin embargo, la crisis migratoria con Marruecos el pasado año y el actual cambio brusco de posición por parte de España, siendo ahora favorable al proyecto de autonomía propuesto por el país magrebí; ha provocado que muchos se pregunté por el conflicto saharaui, siendo el cometido de este artículo aclarar dicho tema.
El Sáhara Occidental es un territorio del norte de África que se localiza en la costa occidental, entre Marruecos (al norte) y Mauritania (al sur). Dicho territorio es casi en su totalidad desértico e inadecuado para la agricultura, experimentando temperaturas de extremo calor en casi todo el territorio, menos en las zonas costeras y en la zona norte, done existen algunos oasis. Por otra parte, el territorio presenta ricos yacimientos de fosfatos, algunos de petróleo y gas, y grandes caladeros de pesca muy próximos a las Islas Canarias. El desarrollo económico del territorio es casi inexistente, siendo el comercio y la extracción de recursos naturales controlados por Marruecos. Este último ocupa militarmente la mayor parte del territorio desde el Norte, estando el pueblo saharaui recluido en el sureste de la región, sin poder acceder regularmente al mar, siendo esta zona todavía más inhóspito y estéril. La población profesa aplastantemente el islam sunní, además de estar culturalmente arabizados, aunque muchos elementos de la tradición bereber están presentes tanto en la población saharaui como en la marroquí. Una vez establecido el contexto geográfico-cultural que subyace al conflicto, debe de comprenderse las causas históricas que marcan la situación actual.
Durante la mayor parte del tiempo, este territorio estuvo escasamente poblado debido a la esterilidad del suelo y el clima, siendo recorrido por caravanas de pastores y comerciantes nómadas que ponían en contacto el Magreb occidental con el África subsahariana. Esas comunidades nómadas se dedicaban en ocasiones al pastoreo, el comercio y la pesca, no desarrollándose ningún Estado organizado más allá de la ocupación del Imperio Almorávide y más escasamente el Almohade. A partir del S.XV la presencia española se hizo notar lentamente, mediante fuertes y puntos costeros para mantener la seguridad de las rutas comerciales y explotar los puntos de pesca. Sin embargo, España se limitó a estos puntos costeros, quedando el interior de la región totalmente marginada.
La expansión colonial que experimentaron las potencias europeas (y Estados Unidos) durante la segunda mitad del S.XIX produjo la repartición de África entre estas, quedando plasmado en la famosa Conferencia de Berlín en 1885. Durante este reparto, España quedó en un puesto marginal respecto a otras potencias, pudiendo mantener el norte de Marruecos (conquistado durante la guerra de Tetuán 1860), el territorio de Ifni, el Sahara Occidental y el actual territorio de Guinea Ecuatorial. En este periodo Marruecos quedo dividido en dos, por un lado, el protectorado norteño de España, y el protectorado francés que ocupaba el resto del territorio (que era mucho más grande).
A partir de este momento, España empieza a aumentar su presencia en dicho territorio, estableciendo algunos contactos con las tribus autóctonas del país, pero España, al igual que el resto de las potencias europeas en áfrica, solo se preocupó por explotar algunos de los recursos naturales del país, sin invertir mucho en infraestructuras y desarrollo socioeconómico de la población autóctona. Solo hasta 1934, durante la Segunda República, cuando se ocupa todo el territorio, quedando controlado por una fuerza militar limitada.
Con la victoria del bando nacional durante la Guerra Civil (1936-1939) y la instauración de la dictadura franquista, el Sahara Occidental empieza a experimentar cierto desarrollo económico, ya que a partir de 1949 se descubre ricos yacimientos de fosfatos. No obstante, y a pesar de la resistencia del régimen franquista, la ONU recomendó la descolonización del territorio en 1967. A esto se le debe unir la independencia de Marruecos y Mauritania, países que tras su nacimiento expusieron sus respectivas reclamaciones territoriales sobre Sahara Occidental. Con ello aparición el primer movimiento nacionalista de la región, la Organización Avanzada para la Liberación de Saguía el Hamra y Río de Oro, la cual empezó a operar contra la ocupación española. Ante las presiones internacionales, Franco optó por recalificar a dicho territorio como provincia española, dándole la ciudadanía a todos los saharauis. Esto no frenó las reclamaciones de Marruecos y Mauritania, ni el surgimiento del Frente Polisario.
Marruecos, con el apoyo logístico y financiero de Estados Unidos y Arabia Saudí, orquestó una operación de ocupación del territorio el 6 de noviembre de 1975 mientras Franco agonizaba en su lecho de muerte. La marcha verde fue un conjunto de 300.000 marroquíes civiles (escoltados por fuerzas militares), que ocuparon gran parte del territorio del Sahara Occidental, obligando a Juan Carlos I (jefe de estado en funciones ante la evidente muerte de Franco) a preparar la operación Golondrina, la cual simplemente consistió en la evacuación de toda la presencia española del territorio, dejando a los saharauis frente a la invasión marroquí.
El Frente Polisario, apoyado principalmente por Argelia, ha mantenido una guerra desigual contra el ejército real marroquí. A pesar de que la ONU declaró que debía de realizarse un referéndum de autodeterminación para la región, este nunca se llevó a cabo, y hay muchas dudas de que vaya a celebrarse. Durante años, Marruecos ha fomentado la colonización del territorio, expulsando a los saharauis de sus tierras, siendo habitadas estas últimas por familias marroquíes. Además, Marruecos se ha asegurado las principales fuentes de recursos naturales de la región, desde las minas de fosfato y hierro, pasando por los pozos de petróleo y gas, hasta los caladeros pesca. A su vez, Marruecos ha establecido un extensísimo muro de seguridad militar que divide el territorio de Norte a Sur.
Marruecos alega que este territorio le pertenece por derecho histórico, esgrimiendo el concepto del Gran Marruecos, desarrollado por el ministro de relaciones exteriores del país, Allal al-Fasi. Este concepto nacionalista entiende que el territorio marroquí debe de comprender aquellas zonas que han sido parte su propio desarrollo histórico. Varios de los territorios reclamados son todo el Sahara Occidental, las ciudades españolas de Ceuta y Melilla, la totalidad de Mauritania, el Oeste de Argelia y algunas zonas del norte de Malí. Ante la inestabilidad interior, el rey Hasan II fomentó esta visión nacionalista de Marruecos con el objetivo de crear una fuerza nacional que le diera legitimidad, táctica que ha sido heredara por su hijo, el cual rey Mohamed VI.
Según Mazzini, el padre del nacionalismo italiano,
una nación saharaui es inviable debido a que no supera “el umbral nacional”. El
nacionalismo saharaui se ha cohesionado muchísimo más teniendo a Marruecos como
agresor. Sin embargo, el subdesarrollo económico de la zona y la ocupación
marroquí ha provocado que no se desarrolle una cultura saharaui más allá del conflicto
bélico con Marruecos. Además, la constante migración ha mermado las capacidades
culturales de este pueblo, militarizando la sociedad saharaui. La cuestión nacional
del Sahara es de difícil solución, pues tanto marroquíes como saharauis
comparten la zona, algo que quizás el verdadero federalismo podría resolver en
un futuro aún distante.
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