viernes, 1 de abril de 2022

Schopenhauer y la metafísica de la voluntad

Arthur Schopenhauer (1788-1860) es quizás uno de los mejores filósofos en cuanto a estilo. De un carácter muy complicado, expresaba en sus voluminosos escritos un tono muy ácido y voraz, unido a un rigor explicativo y conceptual que deslumbró a grandes pensadores como Nietzsche, Wittgenstein o Unamuno entre otros. Schopenhauer representa el inicio de la decadencia del idealismo alemán iniciado por Kant (su gran maestro). Schopenhauer, siguiendo los principios de la filosofía teórica kantiana, lleva a esta última a su extremo, desacreditando las doctrinas idealistas de Fichte, Schelling, y en especial Hegel, como mera sofística sin fundamento alguno, un insulto a los grandes avances que había hecho el propio Kant. Schopenhauer inicia así lo que habitualmente se denomina irracionalismo vitalista, la crítica de la razón como elemento fundamental del conocimiento y la existencia, abriendo la puerta a una serie de corrientes y nuevas doctrinas, como el existencialismo cristiano de Unamuno (1864-1936) o el psicoanálisis de Freud (1856-1939). 

La filosofía de Schopenhauer inicia en su famosa tesis doctoral Sobre la cuádruple raíz del principio de razón suficiente (1813), su tesis doctoral ante la universidad de Jena. En este escrito Schopenhauer establece las bases de su propia filosofía, a saber, el rechazo del idealismo hegeliano (con algunos fragmentos con mucho humor), y la restructuración y la depuración de los principios de la Crítica a la Razón pura de Kant. En su tesis, Schopenhauer reduce las categorías intelectuales kantianas (las cuales son 12) a solo tres, espacio, tiempo y causalidad. Esta es una de las grandes diferencias entre Kant y Schopenhauer. Para Kant, el espacio y el tiempo son formas a priori que posibilitan la sensibilidad, mientras que, para su discípulo, estas son categorías intelectuales, ya que toda captación sensible, por muy empírica que sea, conlleva en sí misma un proceso intelectual, por lo que esta los define como categorías del intelecto. Por otra parte, la causalidad es la categoría fundamental para Schopenhauer, siendo el resto de las categorías kantianas reducibles a esta última. La causalidad se subdivide en cuatro raíces o principios, todos derivados del principio de razón suficiente: 

A) Principio del devenir: esta modulación de la causalidad hace referencia a los cambios que percibimos de un estado fenomenológico a otro. Regula las relaciones entre las cosas naturales y determina la sucesión necesaria del efecto a la causa. 

B) Principio del conocer: este regula las relaciones entre juicios, haciendo posible las conexiones de representaciones entre sí, formando lo que Schopenhauer llama representaciones de representaciones, por lo que este principio posibilita el conocimiento abstracto en general. 

C) Principio del ser: este Regula las relaciones entre las partes del tiempo y del espacio, y por eso mismo determina la concatenación lógica de los entes aritméticos y geométricos, posibilitando a su vez el conocimiento matemático en general. 

D) Principio del obrar: Regula las relaciones entre las acciones y las hace depender de sus motivos. La motivación es, por ello, una clase particular de la causalidad y, precisamente, la causalidad vista desde el interior mismo del sujeto. 

Estos son los principios que regulan lo que Schopenhauer definía como mundo fenoménico. Sin embargo, y en contra de la tesis subjetivista de Fichte, Schopenhauer aceptaba la realidad del noúmeno kantiano. Sin embargo, afirmaba a su vez que el camino hacia el conocimiento de la realidad suprasensible o nouménica no es la especulación de la metafísica clásica, la cual es totalmente estéril, sino el examen crítico de la naturaleza subyacente del sujeto trascendental, la voluntad. 

La obra más importante del presente autor es su voluminoso libro El mundo como voluntad y representación (1819). En esta Schopenhauer hace una síntesis compleja de los postulados básicos de la epistemología kantiana (además de otras lecturas como la de Platón, Aristóteles o Spinoza) con la metafísica oriental de Buda y la tradición brahmánica. Schopenhauer entiende que la voluntad es la realidad subyacente del mundo fenoménico, una voluntad ciega y universal que se manifiesta en la naturaleza, tanto en la inorgánica, como en la orgánica. En un escrito posterior, Sobre la voluntad en la naturaleza (), Schopenhauer expone una serie de reflexiones sobre los fenómenos naturales como manifestaciones de este principio metafísico universal, la voluntad de vivir. En este mismo ensayo Schopenhauer, haciendo referencia a otro autor, dice que el objetivo de todo individuo es anteponer su voluntad ante el cosmos, expresión muy parecida a uno de los famosos principios de Spinoza, a saber, que todo lo que es pretender seguir siendo. 

La principal crítica que Schopenhauer dirige al idealismo ortodoxo es que el mundo se sustenta en un principio metafísico que no es racional, la voluntad de vivir. Esta no es más que el impulso vital que tiene todo lo que es por mero hecho de ser. Esta querer vivir es la voluntad de no perecer a toda cosa, impulso que se manifiesta incluso en las entidades inorgánicas como los minerales, siendo su resistencia a la erosión del medio producto de esta fuerza metafísica. Es así que Schopenhauer entiende que las fuerzas naturales como la gravedad o el electromagnetismo son diferentes modalidades de esta fuerza metafísica fundamental. Schopenhauer termina la empresa kantiana de destruir la metafísica tradicional, creando una nueva que germina gracias a las aguadas de Oriente. 

A raíz de esta concepción metafísica de la voluntad de vivir, Schopenhauer recha la ética kantiana y construye la suya propia, muy próxima al ideal budista. Schopenhauer entiende que la voluntad de vivir se manifiesta en nosotros por medio de nuestros deseos e inclinaciones, siendo la búsqueda de aquellos placeres que lidien a estos últimos. Sin embargo, la conquista de estos deseos conlleva a un gran sufrimiento, y en el caso de que se consigan, produce un enorme hastío que puede ser incluso peor que el propio sufrir, haciendo que anhelemos otras cosas con el objetivo de rellenar este vacío, generándose una espiral de sufrimiento y hastío que hace a la vida totalmente insoportable para el propio Schopenhauer. 

Ante este sufrimiento, Schopenhauer propone dos vías de actuación, la estética (momentánea) y la verdaderamente ética. La primera consiste en el efecto analgésico que produce la contemplación artística. El acto artístico, en especial la música, construye un mundo armónico y bello que produce un placer somnífero que nos libra momentáneamente del sufrimiento vital (concepción del arte de gran interés para Nietzsche y Wagner). La segunda vía es por medio del ascetismo. Este consiste en negar nuestra propia voluntad mediante la autodisciplina y el sosiego, evitando actos como la política o la maternidad. Por medio del ascetismo, Schopenhauer encuentra la cura contra el dolor (o al menos su paliativo), ya que por medio de este controlamos nuestros deseos, fuentes del sufrimiento y el hastío. 

El ideal ascético es aquel que sustenta la ética de Schopenhauer, acercando la tradición indo-budista al pensamiento ético occidental. Esto lleva a que Schopenhauer a proponer una moral estoica fundamentada por una metafísica totalmente nueva, la cual es un producto de los principios kantianos con las tradiciones dravídicas. Esta moral ascética es totalmente rechazada por Nietzsche, ya que este último ve en el ascetismo como la consecución final del nihilismo castrante de vida. Nietzsche acepta el principio metafísico de la voluntad como Schopenhauer, pero en vez de intentar de apagar la vitalidad de esta como su maestro, Nietzsche opta por aceptar y seguir sus impulsos e inclinaciones. 


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