jueves, 10 de diciembre de 2020

Una filosofía de las filosofías: Dilthey y el historicismo.

La filosofía de Dilthey recurre a la historia como fundamento de la propia filosofía, en oposición al psicologismo de Hume y Mill, a la fenomenología de Husserl. Entiende la filosofía como un producto histórico al igual que Hegel, pero no como el despliegue de la razón absoluta, sino en la vivencia humana, la cual es determinada por la psicología comprensiva, la cual no recurre a la estructura y los procesos mentales, sino a la comprensión de la vida anímica en general, oponiéndose al estructuralismo asociacionista de Wundt. A su vez, desarrolla profusamente la concepción de la filosofía como producto histórico del devenir de la vivencia humana a través del tiempo, siendo influido por el propio Comte. A su vez, se mantiene al margen del historicismo marxista, pues atiende a las estructuras económicas, sino a las creencias y conocimientos humanos dentro de cada momento histórico. Será Husserl su más tenaz rival, rechazando el historicismo frente a su filosofía de las esencias. Por otra parte, la filosofía de este pensador influirá decisivamente en Heidegger y su análisis del ser.

El origen de la filosofía

Para Dilthey la filosofía no nace de la estructura de una razón absoluta como defendía Hegel, ni de una estructura mental como afirma la psicología positivista, sino que nace de la vivencia humana misma. La vida es el despliegue de una personas en diferentes estados, en interdependencia con el mundo, algo que recuerda la ya clásica expresión de Ortega y Gasset: “yo soy yo y mi circunstancia”.

Cada estado es un suceso o acontecimiento que tiene como correlatos a la mismidad del alma y el mundo objetivo, siendo la forma de todo acontecimiento el tiempo. Cada uno de estos estados tiene tres momentos, a saber: la representación del mundo exterior o interior, el estímulo afectivo, y la volición. A su vez, el cambio de una vivencia a otra, es decir, la afluencia del tiempo es en sí misma una vivencia. La estructura de la relación de todas las vivencias adquiere un carácter estrictamente teleológica, pues cada instante de la vida es un todo, siendo la teleología la estructura unitaria y global de todas las vivencias en el fluir del tiempo.

Tomando en conjunto, la vida ofrece dos aspectos fundamentales: un proceso por el cual el alma se asienta en la representación, la estimulación y la volición. Además, como evolución, como cambio constante de carácter teleológico: teniendo tres fases: la condicionalidad evolutiva del cuerpo, la influencia del medio, y, sobre todo, la conexión con la vida de cada cual con el mundo espiritual (cultural-histórico).

Por esta última acción, la vida es fundamentalmente social e histórica, pues esta no es solamente la vida de una alma asilada, sino la vida de un alma que convive social e históricamente de la vida de las demás almas. Estos tres aspectos de la vida individual y social, a saber, representación, estimulación afectiva y volición, surgen impulsados por la estructura misma de la vida, siendo la representación concerniente al mundo objetivo, la estimulación a la capacidad de valorar y de la experimentar los valores, y de la volición o acciones volitivas surge los principios de acción, que guían al hombre en sus propios actos.

Representación: Imagen del mundo objetivo.

Estimulación: Experiencia de los valores.

Volición: Principios de acción.

Es entonces que Dilthey afirma que la filosofía nace como el impulso de organizar en una estructura teleológica estos tres aspectos de la vivencia humana, estructurados en un todo orgánico y teleológico.

El objeto de la filosofía  

La vida, como conjunto de acontecimientos estructurados de forma teleológica teniendo como base formal el tiempo, se presenta al hombre en forma de concepción del mundo, como visión general y unitaria de la propia vida con sus propios enigmas. Para Dilthey, el objeto de la filosofía es precisamente el enigma de la vida, siendo la filosofía una concepción del mundo universalmente válida, general y fundamentada en la razón, diferenciándose de la religión y el arte. Para Dilthey, la concepción religiosa del mundo se caracteriza por que el hombre y del mundo se caracteriza por que el hombre y el mundo están rodeados por lo invisible, por lo trascendental, es decir, la Divinidad es el fundamento del mundo, siendo la concepción religiosa del mundo tiene por esencia y soporte a Dios, a lo trascendente, lo suprasensible.

Por otro lado, la concepción artística del mundo no mira hacia lo trascendente o invisible, sino que se centra en una serie de momentos concretos e individuales, y los elevan al plano idea. En la concepción artística, el hombre no se evade del mundo para entregarse a lo trascendente, sino que reposa idealmente en algunos valores intrínsecos al mundo, la eternización de lo singular, tal y como afirmó Schelling: lo infinito representado en lo finito.

Sin embargo, Dilthey afirma que la filosofía como concepción del mundo es muy distinta a la religión o el arte, ya que la filosofía es la concepción del mundo de forma unitaria y teleológica fundamentada en la razón, siendo general y universal, es decir, considerar la vida en sí misma. No obstante, Dilthey distingue entre el objeto de la filosofía y su función, siendo que el primero no es el conocimiento del mundo, sino el enigma de la vida, mientras que su función es proporcionar un saber racional y universal para la vida individual histórica.

El problema de la filosofía

Para Dilthey, el problema de la filosofía no es algo abstracto concerniente a su objeto, sino que es un problema concreto, en el cual la función de la filosofía es la misma, peor el material en el que se articula es distinto dependiendo del momento temporal. Ante esto, Dilthey argumenta que no existe una filosofía, sino que hay unas filosofías determinadas, solo pudiendo concebirse la filosofía a modo general como historicidad, siendo el problema de la filosofía el choque de las tres grandes familias filosóficas según Dilthey:

-Naturalismo: materialismo antiguo y moderno, positivismo.

-Idealismo Objetivo: estoicismo, Spinoza, Leibniz, Schelling, Hegel, etc.

-Idealismo de la libertad: Platón, la filosofía helenística-romana, la especulación cristiana, Kant, Fichte, etc.

El choque de estas tres concepciones filosóficas del mundo es según Dilthey el problema filosófica de nuestra tiempo. Las diferencias entre estas concepciones filosóficas son lógica y metafísicamente irreductibles entre sí, pues todas pretenden ser objetivas. No obstante, Dilthey argumenta que si en vez, de considerar en cuanto objetivos estas concepciones filosóficas las tomamos en cuanto a su función con respecto a la vida, entendemos a estas concepciones no como sistemas dialéctico-metafísicos, sino de forma hermenéutica. Se trata de tomar la filosofía y su diversidad de contenido objetivo no como razones de objetividad, sino de entenderla desde la estructura misma de la vida. A esto Dilthey lo llama interpretación hermenéutica.

Por medio de la interpretación hermenéutica Dilthey llega al principio de esta disputa, a saber, el carácter polifacético de la propia vida, obteniendo una “filosofía de las filosofías”, es decir, la interpretación hermenéutica de las raíces históricas de cada una de las filosofías, a saber, Dilthey defiende el llamado historicismo.

De lo que se trata es de comprender cómo según los diversos facetas de la vida, y las tendencias dominantes de cada pensador o de cada época, se han alumbrado verdades objetivos distintas e irreconciliables. La existencia de una misma realidad objetiva, y dentro de ella la primacía de la realidad del espíritu es justamente el resultado de esta filosofía de la filosofía. Toda verdad y objetividad se hallan encasilladas en la vida del espíritu.

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