Schelling, junto con la Fichte y Hegel, es la figura más importante del idealismo alemán del S.XIX. Al principio como discípulo de Fichte, rápidamente construye sus propios sistemas filosóficos, los cuales se nutren de sus estudios en ciencias naturales, de su relación con Goethe y Hölderlin y sus estudios en la historia del arte. Schelling, al igual que Fichte y Hegel, es un filósofo del absoluto, del espíritu característico del nacionalismo alemán, pero a diferencia del Yo absoluto de Fichte o el Espíritu de Hegel, Schelling no entiende al Absoluto como Espíritu supremo diferente o negación de la Naturaleza, sino como la realidad suprema y original que surge de la identidad entre espíritu y materia en un todo orgánica donde no existe diferencia entre sujeto y objeto, resumida en la siguiente frase: “la naturaleza es el espíritu visible, y el espíritu es la naturaleza invisible.
Lo Absoluto es la unión del sujeto con el objeto, el todo
orgánico y unitario que va más allá del mecanicismo empirista y del idealismo
subjetivista de Kant. Es así que Schelling llama a este Absoluta como
real-ideal, superando el dualismo entre naturaleza (empirismo) y el espíritu
(idealismo). Esta concepción del Absoluto bebe de Spinoza y de su sustancia
única, Dios, de la cual surgen infinitos atributos, entre ellos el cuerpo y el
alma. El Dios de Spinoza, en contraposición al teísmo clásico, fue rescatado
por filósofos e intelectuales como Goethe, Lessing o Fichte, de los cuales se
sirvieron Schelling y Hegel para sus respectivas filosofías.
No obstante, Spinoza y Schelling se diferencian en que el
Dios del primero es la sustancia primera, de la cual se ramifican los atributos
del pensamiento y la extensión, mientras que el de Schelling es la
identificación de ambos atributos, es decir, naturaleza y espíritu son
idénticos. Es en el arte donde Schelling afirmará podemos tener una intuición
intelectual de dicho Absoluto. Para Schelling, el arte es la representación finita
de los infinito, donde se representa la esencia infinita que vive en lo finito,
es decir, lo infinito del objeto, por medio de la acción artística. Así
Schelling inicia la estética especulativa alegando que el arte debe de tener
sus propias leyes esenciales independientes, siendo esta la meta del filósofo
estético para poder presenciar el Absoluto, pues es en el arte donde podemos
tener la intuición de la identidad entre lo finito y lo infinito.
El arte, según Schelling, a parte de tener épocas, tiene también
grados de perfección, de los cuales se deduce un progresión abstractiva de
dimensiones del objeto del arte, es decir, el arte va adquiriendo mayor
perfección cuanto menos dimensiones tiene, siendo el más imperfecto la
arquitectura, hasta llegar a la poesía, elevación del sujeto a lo Absoluto.
Para Schelling, los grados del arte son: la escultura, la gracia y el alma. Su
amor y devoción por los dioses paganos y el arte mitológico repercutirá en la
teoría musical de Wagner, donde debe de existir una teoría total del arte que
armonice en un todo orgánico todas las artes. Es en la actitud artística donde
se representa de forma finita la infinitud del objeto natural representado.
Filosofía del Arte
La teoría del arte debe proporcionar conceptos e ideas útiles
para la acción viva del artista. Es así que Schelling determina que el arte
figurativo reproduce la naturaleza, pero en su esencia y exclusiva belleza,
siendo esta una representación finita de lo infinito. En el arte, la naturaleza
y el espíritu se unen en una acción viva y orgánica, el espíritu natural, en el
cual ambos se identifican en el otro, forma y concepto son el acto artístico.
Para crear una obra de arte, Schelling afirma que el artista debe de alejarse
en un primer momento de la naturaleza que representa para renovarla con
conceptos e ideas que encarnen las formas en su belleza y esencia. “Es así que
lo que da belleza a la obra no es la forma, sino algo que está más allá de
ella, la esencia, lo universal, la mirada y la expresión del inmanente espíritu
natural” Schelling, Relación del Arte con la Naturaleza, 1809.
El arte, en cuanto representa la esencia de un instante, lo
rescata del tiempo y lo hace eterno, hace que aparezca en su puro ser, en su
eterno vivir. Jamás la determinación de la forma es negación, sino siempre
afirmación, pues la forma fluye de la esencia natural. La Naturaleza se compone
de infinitos instantes que fluyen en el devenir del tiempo. El arte recoge uno
o algunos de estos instantes y lo eleve en su máxima esencialidad y belleza, es
decir, el arte eleve dicho instante a lo eterno, pues queda como representación
finita del infinito que vive en dicho instante. Ningún ser se afirma por sus
límites, sino por la fuerza que le es inmanente y que hace ser un todo frente
al conjunto, algo que recuerda a la doctrina de la voluntad de Schopenhauer.
El arte no muestra al individuo sin más, sino algo más allá,
la esencia viva de este, siendo el arte no representación de la forma y los
límites de los objetos, sino de la vida que subyace a todos ellos. El artista,
al reconocer la esencia y la vida subyacente de lo que representa, hace del
individuo un mundo en sí mismo, un universo propio. La misión del arte es
destruir la forma mediante la perfección de la misma forma. Aunque la esencia
supera los límites de la forma, esta solo se expresa por medio de la
fundamentación activa de lo bello.
El fin del arte no es moderar las pasiones para no violar la
belleza, sino moderar las pasiones con la misma belleza, pues estas pasiones
deben mostrarse ya que la acción artística es viva y libre por naturaleza. En
la naturaleza y el arte, la esencia tiende ante todo exponerse o realizarse a
sí misma en los individuos, pues sin los límites no podría manifestarse lo
ilimitado (Nicolás de Cusa). El alma se manifiesta por el espíritu natural, el
cual fundamenta la individualidad de los objetos, mientras que el alma eleva al
hombre por encima de toda personalidad. El alma no tiene trato directo con la
materia, sino con el espíritu, que es la vida que hay en todas las cosas, cosa
que también rescatara Schopenhauer. El alma no es bella, como puede ser el
cuerpo, sino que es la belleza misma, reminiscencia a la filosofía platónica.
“La escultura, como la gravedad, tiende a único punto, la pintura, como la luz,
puede llenar todo el espacio del universo”.
Para el pintor, lo que reemplaza la materia es lo oscuro, este
es el fondo sobre el que debe de fijarse la apariencia figurativa de la luz y
el alma. Por consiguiente, lo claro y lo oscuro se asocian mejor conjuntamente,
de forma tal que, de los dos, nace una cosa única, un cuerpo y un alma; cuanto
más se hace aparecer el espíritu en una forma corporal, más se eleva la materia
a nivel espiritual.
El Arte como medio público
Schelling argumenta que lo que posibilita un cierto tipo de
arte es el entorno cultural, político e histórico en el que se desarrolla. A
esto Schelling le llama entusiasmo. Este entusiasmo no solo debe de ser sentido
por los propios artistas, sino por el entorno social donde se desarrolla, ya
que el espíritu que reside en la acción vital del arte no reside en la
individualidad, sino en el conjunto de toda la sociedad. Es así que Schelling
(al igual que Hegel), argumenta que el arte debe de tener un sitio único en los
intereses nacionales, al igual que la religión, la filosofía o las ciencias,
pues es en el entusiasmo nacional por el arte donde este emerge renovado y
totalmente vivo como es el caso en Francia y Alemania, siendo las instituciones
del Museo Nacional y las galerías de arte indispensables para que surja en la
Nación este entusiasmo por lo infinito representado como finito al que llamamos
Arte.
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